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viernes, 20 de mayo de 2011

20 de mayo: Inauguración de la República de Cuba


Escrito por Dr. Orlando Gómez Gil

Ahora que la férrea dictadura castro-comunista ha destruido todos los aspectos de la que era una próspera Nación, parece oportuno dedicar una meditación histórica al 20 de mayo de 1902, que significó la gloriosa inauguración de la pujante República de Cuba. Hacia comienzo de 1898 el esfuerzo bélico y revolucionario había decaído no por falta de entusiasmo de los gloriosos mambises, sino por la carencia de recursos y pertrechos de guerra y la ausencia de cooperación de los demás países hacia la lucha independentista de los cubanos.

En abril de 1898 el Congreso de los Estados Unidos aprobó la “Resolución Conjunta” declarando que “Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”. Los americanos invadieron Cuba y llevaron a cabo un bloqueo naval de toda la Isla. Comenzó entonces la que se ha llamado, con toda justicia la Guerra Cuba-España-Estados Unidos y no la guerra de los últimos dos países. Se produce la batalla naval de Santiago de Cuba, con una aplastante derrota para la marina española. Poco después tiene lugar la toma de Santiago de Cuba. Al general Calixto García, que había sido clave en esa victoria, no se le permitió entrar con sus tropas a Santiago. Las órdenes vinieron del general William R. Shafter, jefe del ejército norteamericano en Santiago, quien carecía de las aptitudes necesarias para la misión que se le había encomendado. Poco tiempo después el estado mayor del ejército americano le ofreció sus disculpas al glorioso general Calixto García.


Al poco tiempo se firmó el protocolo de paz en Washington, D. C. y el Tratado de París, ambos entre España y los Estados Unidos, sin que se le diera participación a los cubanos. Terminadas las fases militar y diplomática, se decreta la Intervención Americana de Cuba. El primer interventor fue el mayor general John R. Brooke, jefe muy capacitado, laborioso y liberal. Tomó posesión el 1ro. De enero de 1899. Los miembros del Gabinete y los gobernadores eran todos cubanos leales e ilustres. El general Brooke llevó a cabo un amplio y constructivo plan de gobierno que incluía: organización de los gobiernos locales, reconocimiento de las organizaciones revolucionarias; gran atención a la educación; un país que salió de la guerra completamente en ruinas daba señales del progreso en la vida económica; reorganizó el sistema de justicia creando el Tribunal Supremo de justicia en La Habana; el comercio entre Cuba y los Estados Unidos comenzó a prosperar; reorganización de la hacienda pública. Durante este proceso- muy admirado por los cubanos- siguieron los esfuerzos por lograr la independencia y se repetía la famosa frase del generalísimo Máximo Gómez: “Olvido de lo pasado y esperanza en el porvenir”.

El segundo inventor fue el General Leonardo Wood (1860-1927). Era entonces gobernador de Santiago de Cuba. Médico graduado de Harvard, tenía unas relaciones e influencias enormes en Washington porque era el médico de la esposa del presidente Mc Kinley. Con sus bien conocidas intrigas logró el cese del general Brooke que lo estaba haciendo muy bien y fue nombrado interventor general de Cuba. Wood se caracterizaba por ser hombre capaz, a momentos violento y de métodos expeditivos y a menudo crueles cuando era necesario para imponer su voluntad.

Wood era un ferviente anexionista, pero llevó a cabo un amplio plan de gobierno que incluía: garantizar la paz y el orden, mejorar el nivel del pueblo cubano. A fin de lograr esos puntos le dio gran incremento al desarrollo de la educación nombrando Ministro de Educación al filósofo Enrique José varona. Le dio gran importancia al desarrollo económico sobre todo de los productos básicos: azúcar, café, tabaco, ganadería e implemento de las relaciones comerciales entre Cuba y Estados Unidos.
Cuba, sin duda alguna, progresó notablemente en todos los sentidos.



Toca ahora el turno a los problemas políticos. Bajo Wood se fundaron los partidos políticos: el Partido Unión Democrática, el Partido Nacional y el Partido Republicano. El 18 de abril de 1900, después de oír el parecer del secretario de Justicia, el general Wood dictó una ley electoral convocando a elecciones municipales, a fin de organizar los ayuntamientos. Estos gobiernos locales eran de mucha importancia para la mejor organización del gobierno nacional. Wood no cesaba en sus gestiones para lograr la anexión de Cuba a los Estados Unidos, pero resultaron infructuosas por que los cubanos no querían otra cosa que la independencia y soberanía de Cuba.

Existía el intento de prolongar lo más posible la intervención para ver si se obtenía la anexión, pero los cubanos guiados por los grandes líderes de la Revolución Mantenían una constante presión para que se convocara a una Asamblea Constituyente. Con los objetivos de la anexión, el 25 de julio de 1900 se publicó una primera convocatoria a la Asamblea Constituyente, pero con el sólo propósito de producir acuerdos sobre las relaciones entre los dos países. Debido a las protestas de los cubanos se hizo entonces una segunda convocatoria correcta: la Asamblea Constituyente aprobaría una Constitución para Cuba. Esa convocatoria se efectuó el 10 de noviembre de 1900. Se aprobó la Constitución de 1901, pero antes de la votación final los americanos impusieron la llamada Enmienda Platt, que limitaba los poderes de la futura República. El brazo derecho de Martí, Juan Gualberto Gómez Ferrer votó en contra, pero el prócer Manuel Sanguily afirmó que prefería una República con Enmienda que ninguna República. Era una nación independiente, pero con una soberanía limitada. La Enmienda, que luego fue derogada; realmente no perjudicó el desarrollo de la nueva República.

Aprobada la Constitución de 1901 se convocaron las primeras elecciones presidenciales. Los candidatos eran dos cubanos de brillante trayectoria patriótica. Por el Partido Unión Democrática aspiró el General Bartolomé Masó, gran héroe de las guerras de independencia y por los Partidos Nacional y Republicanos se postuló a don Tomás Estrada Palma también gran patriota que había apoyado y substituido a Martí. A don Tomás lo apoyaban los americanos y el Generalísimo Máximo Gómez. Masó se retiró de la contienda y salió electo Tomás Estrada Palma. El y el argentino Domingo Faustino Sarmiento han sido los únicos presidentes electos sin estar en su país.

El 20 de mayo de 1902 tuvo lugar la inauguración de la joven República. El júbilo del pueblo fue algo apoteósico, tanto en La Habana como en las demás ciudades y pueblos. El traspaso de poderes tuvo lugar en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales. Estrada Palma, el Generalísimo y el Gabinete entraron a Palacio donde los esperaba el general Wood, vestido de gala. A las 12:15 de la tarde el Generalísimo izó la bandera cubana en el balcón de Palacio. Minutos después el General Emilo Núñez izaba la bandera tricolor en el Castillo del Morro. Al producirse el cambio de poderes y la substitución de la bandera americana por la cubana Máximo Gómez tomó el brazo al General José Miguel Gómez y le dijo la famosa frase:”Creo que hemos llegado”. Poco después el general Wood tomaba el barco que lo conduciría a los Estados Unidos.

Ese mismo día tomó posesión como presidente de la recién fundada República don Tomás Estrada Palma, nuestro primer presidente. Era un hombre austero, virtuoso, honrado, gran patriota. Su gran ideal era construir una gran nación con bienestar para todos. Los cubanos supieron conducir a la joven República desde 1902 hasta 1959, colocándola entre los tres países más adelantados de la América Latina. Como se trataba de una Nación muy joven, se cometieron errores, pero fueron mucho más los aciertos que condujeron al país por el camino del progreso y la justicia social.

sábado, 26 de diciembre de 2009

De las páginas de Libre


Fernando Ortiz

Escrito por Dr. Orlando Gómez-Gil
miércoles, 23 de diciembre de 2009

Mientras otros escritores trataron de explicarse la naturaleza íntima e intríseca de Cuba a través de otros factores, Fernando Ortiz (1881- 1969) intentó hacerlo mediante la sociología. En este campo se sitúa a gran distancia de los demás pensadores. El gran escritor nació en La Habana el 16 de julio de 1881. Vivió sus primeros cuatro años en la Isla de Menorca, tierra de su madre. Regresa a Cuba cuando la historia de la Isla es dramáticamente extraordinaria: está en pleno acontecer la Guerra del 95 – “la guerra de Martí”- y en 1898 se producen la Guerra Americana-cubana- española y la intervención norteamericana. Se gradúa de abogado en la Escuela de Leyes de la Universidad de La Habana. Pero a los veinte años, en enero de 1900, sale de Cuba. Hizo estudios muy profundos y abarcadores sobre los elementos étnicos que componen el país, sobre el juego de los productos cubanos en el proceso histórico y el carácter del cubano y, finalmente, tocó aspectos de la historia de Cuba nunca antes estudiados.

Poco tiempo después está de vuelta en La Habana. De ahora en adelante ocupará posiciones importantes dentro de la administración pública de la Patria. En 1903 don Tomás Estrada Palma lo designa cónsul y llega a ser secretario de la delegación cubana sirviendo en Marsella, la Coruña, París y otros lugares. Sus inquietudes lo llevan a Italia con el ánimo de estudiar criminología y se hace amigo y discípulo de Cesar Lombroso, que brillaba en esta materia. A pesar del prestigio de que gozaba en esa época, muchas de las teorías de ese autor han caído, víctimas del implacable paso del tiempo.

Dos años después regresa a La Habana y en 1905 don Tomás lo nombra Fiscal de la Audiencia de La Habana. Lo invitan a ser miembro de la prestigiosa Sociedad Económica de Amigos del País. La “Revista Bimestre”, fundada por el gran reformista José Antonio Saco, había dejado de publicarse y Ortiz toma su dirección y le da nueva vida. Pero sus ascensos continúan: ahora es catedrático de Derecho Público en la Escuela de Leyes de la Universidad de La Habana. Siente entonces un llamado más alto, el de la política y es electo Representante a la Cámara, donde permanecerá por diez años. El no puede negar el intelectual que lleva dentro y en 1926, funda con otros intelectuales la Sociedad Hispano-Cubana de Cultura. Poco tiempo después tiene lugar una de sus grandes realizaciones: la publicación de la Colección de Libros Cubanos en la editorial “La Moderna Poesía”. No solamente escribe algunos textos, sino compone las introducciones de cada obra.

El reloj de la historia marca uno de los momentos más dramáticos en el proceso histórico de Cuba: Gerardo Machado, que ha sido un presidente muy constructivo, se deja seducir por los que lo halagan, se cree “imprescindible” y orquesta su reelección y la prórroga de poderes. Vemos entonces a Fernando Ortiz fijar su residencia en Washington, D.C. donde puede ser más útil a Cuba que permaneciendo en ella.

Pero hagamos un paréntesis para estudiar algunas obras donde muestra su aguda y sagaz pupila de sociólogo, uno de los más grandes que ha dado Cuba. En 1906 publica “El Hampa antillana: los negros brujos”; a los que seguirán: “El engaño de las razas” ; “Hampa cubana: los negros esclavos”; y los cinco volúmenes de “Los instrumentos de la música cubana”. En estos libros destaca el papel de lo étnico, tanto en el carácter, la idiosincracia y el desarrollo histórico de la isla. Son estudios que se caracterizan por su profundidad, riqueza y precisión de datos y el ojo avizor de un gran investigador.

Hacia 1913 sus preocupaciones toman un nuevo rumbo, pero siempre prevaleciendo el interés por lo cubano. Publica entonces “La reconquista de América”; “José Antonio Saco y sus ideas cubanas”; “Las cuatro culturas indias”; “La tragedia de los ñáñigos”; “La Transculturación blanca de los tambores negros”. La obra más importante de esta época y , sin duda alguna, su obra maestra y la más leída y comentada lleva por título: “Contrapunteo del tabaco y el azúcar”. Aquí plantea una idea sumamente original, la influencia determinante que las producciones económicas ejercen sobre el carácter cubano y sobre el desarrollo no solamente económico, sino también político y social. Ya sabemos que esos productos han sido los fundamentales en la economía cubana, no sólo de esa época, sino de todos los tiempos.

Entre 1919 y 1927 el Dr. Ortiz deambula por problemas más universales. La misma sabiduría y profundidad que hemos visto en sus temas anteriores son fácilmente reconocibles en las obras de ahora, donde sobresalen: “La crisis cubana: sus causas y sus remedios”( 1917); “Las fases de la evolución religiosa”(1919) ; “La paz de versalles” (1920); “La decadencia cubana” (1924); “La fiesta afro-cubana del Día de los reyes Magos” (1926); “Las relaciones económicas de Cuba con los Estados Unidos” (1927); “Los factores humanos de la cubanidad” (1941); “Por una escuela cubana en Cuba” (1941).

Para no hacer este ensayo interminable vamos sólo a recordar que también meditó y escribió mucho sobre temas jurídicos y legales. La fama de sus libros trascendió el mero marco de la Isla, para ganar resonancia en Europa, sobre todo en España, Italia, Francia y otros países. Fue un gran admirador del más sobresaliente ensayista español, Don José Ortega y Gasset, cuyo pensamiento conocía al dedillo. Fue miembro prominente del Pen Club de Escritores, donde se mostró siempre muy activo. Ya en su ancianidad y como muestra de este fervoroso intelectual, comenzó a publicar la revista “Ultra” que recogía gran variedad de temas.

Llega entonces la crisis más grave que ha sufrido el pueblo cubano. Corre el año 1959. Una revolución que predicaba la vuelta de Cuba a la democracia, se convierte, por las ambiciones de poder de su líder, en una dictadura unipersonal perpetua, basada en las doctrinas del marxismo leninismo. En ese año don Fernando cumple setenta y ocho años, edad muy dificil para tomar los caminos del exilio. Permanece en Cuba, dedicado a su labor de investigador y escritor, pero no se le puede acusar de apoyo ni colaboración con el régimen maldito. El gran erudito, sociólogo, escritor, profesor, periodista falleció en La Habana el 10 de abril de 1969 a los ochenta y ocho años. Y terminemos con esta afirmación basada en la verdad: su interés por desentrañar la esencia de su país mediante el análisis de lo racial, lo sicológico y económico responden a un supremo ideal: el destino de Cuba.