Escrito por Dr. Orlando Gómez-Gil
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Mientras otros escritores trataron de explicarse la naturaleza íntima e intríseca de Cuba a través de otros factores, Fernando Ortiz (1881- 1969) intentó hacerlo mediante la sociología. En este campo se sitúa a gran distancia de los demás pensadores. El gran escritor nació en La Habana el 16 de julio de 1881. Vivió sus primeros cuatro años en la Isla de Menorca, tierra de su madre. Regresa a Cuba cuando la historia de la Isla es dramáticamente extraordinaria: está en pleno acontecer la Guerra del 95 – “la guerra de Martí”- y en 1898 se producen la Guerra Americana-cubana- española y la intervención norteamericana. Se gradúa de abogado en la Escuela de Leyes de la Universidad de La Habana. Pero a los veinte años, en enero de 1900, sale de Cuba. Hizo estudios muy profundos y abarcadores sobre los elementos étnicos que componen el país, sobre el juego de los productos cubanos en el proceso histórico y el carácter del cubano y, finalmente, tocó aspectos de la historia de Cuba nunca antes estudiados.
Poco tiempo después está de vuelta en La Habana. De ahora en adelante ocupará posiciones importantes dentro de la administración pública de la Patria. En 1903 don Tomás Estrada Palma lo designa cónsul y llega a ser secretario de la delegación cubana sirviendo en Marsella, la Coruña, París y otros lugares. Sus inquietudes lo llevan a Italia con el ánimo de estudiar criminología y se hace amigo y discípulo de Cesar Lombroso, que brillaba en esta materia. A pesar del prestigio de que gozaba en esa época, muchas de las teorías de ese autor han caído, víctimas del implacable paso del tiempo.
Dos años después regresa a La Habana y en 1905 don Tomás lo nombra Fiscal de la Audiencia de La Habana. Lo invitan a ser miembro de la prestigiosa Sociedad Económica de Amigos del País. La “Revista Bimestre”, fundada por el gran reformista José Antonio Saco, había dejado de publicarse y Ortiz toma su dirección y le da nueva vida. Pero sus ascensos continúan: ahora es catedrático de Derecho Público en la Escuela de Leyes de la Universidad de La Habana. Siente entonces un llamado más alto, el de la política y es electo Representante a la Cámara, donde permanecerá por diez años. El no puede negar el intelectual que lleva dentro y en 1926, funda con otros intelectuales la Sociedad Hispano-Cubana de Cultura. Poco tiempo después tiene lugar una de sus grandes realizaciones: la publicación de la Colección de Libros Cubanos en la editorial “La Moderna Poesía”. No solamente escribe algunos textos, sino compone las introducciones de cada obra.
El reloj de la historia marca uno de los momentos más dramáticos en el proceso histórico de Cuba: Gerardo Machado, que ha sido un presidente muy constructivo, se deja seducir por los que lo halagan, se cree “imprescindible” y orquesta su reelección y la prórroga de poderes. Vemos entonces a Fernando Ortiz fijar su residencia en Washington, D.C. donde puede ser más útil a Cuba que permaneciendo en ella.
Pero hagamos un paréntesis para estudiar algunas obras donde muestra su aguda y sagaz pupila de sociólogo, uno de los más grandes que ha dado Cuba. En 1906 publica “El Hampa antillana: los negros brujos”; a los que seguirán: “El engaño de las razas” ; “Hampa cubana: los negros esclavos”; y los cinco volúmenes de “Los instrumentos de la música cubana”. En estos libros destaca el papel de lo étnico, tanto en el carácter, la idiosincracia y el desarrollo histórico de la isla. Son estudios que se caracterizan por su profundidad, riqueza y precisión de datos y el ojo avizor de un gran investigador.
Hacia 1913 sus preocupaciones toman un nuevo rumbo, pero siempre prevaleciendo el interés por lo cubano. Publica entonces “La reconquista de América”; “José Antonio Saco y sus ideas cubanas”; “Las cuatro culturas indias”; “La tragedia de los ñáñigos”; “La Transculturación blanca de los tambores negros”. La obra más importante de esta época y , sin duda alguna, su obra maestra y la más leída y comentada lleva por título: “Contrapunteo del tabaco y el azúcar”. Aquí plantea una idea sumamente original, la influencia determinante que las producciones económicas ejercen sobre el carácter cubano y sobre el desarrollo no solamente económico, sino también político y social. Ya sabemos que esos productos han sido los fundamentales en la economía cubana, no sólo de esa época, sino de todos los tiempos.
Entre 1919 y 1927 el Dr. Ortiz deambula por problemas más universales. La misma sabiduría y profundidad que hemos visto en sus temas anteriores son fácilmente reconocibles en las obras de ahora, donde sobresalen: “La crisis cubana: sus causas y sus remedios”( 1917); “Las fases de la evolución religiosa”(1919) ; “La paz de versalles” (1920); “La decadencia cubana” (1924); “La fiesta afro-cubana del Día de los reyes Magos” (1926); “Las relaciones económicas de Cuba con los Estados Unidos” (1927); “Los factores humanos de la cubanidad” (1941); “Por una escuela cubana en Cuba” (1941).
Para no hacer este ensayo interminable vamos sólo a recordar que también meditó y escribió mucho sobre temas jurídicos y legales. La fama de sus libros trascendió el mero marco de la Isla, para ganar resonancia en Europa, sobre todo en España, Italia, Francia y otros países. Fue un gran admirador del más sobresaliente ensayista español, Don José Ortega y Gasset, cuyo pensamiento conocía al dedillo. Fue miembro prominente del Pen Club de Escritores, donde se mostró siempre muy activo. Ya en su ancianidad y como muestra de este fervoroso intelectual, comenzó a publicar la revista “Ultra” que recogía gran variedad de temas.
Llega entonces la crisis más grave que ha sufrido el pueblo cubano. Corre el año 1959. Una revolución que predicaba la vuelta de Cuba a la democracia, se convierte, por las ambiciones de poder de su líder, en una dictadura unipersonal perpetua, basada en las doctrinas del marxismo leninismo. En ese año don Fernando cumple setenta y ocho años, edad muy dificil para tomar los caminos del exilio. Permanece en Cuba, dedicado a su labor de investigador y escritor, pero no se le puede acusar de apoyo ni colaboración con el régimen maldito. El gran erudito, sociólogo, escritor, profesor, periodista falleció en La Habana el 10 de abril de 1969 a los ochenta y ocho años. Y terminemos con esta afirmación basada en la verdad: su interés por desentrañar la esencia de su país mediante el análisis de lo racial, lo sicológico y económico responden a un supremo ideal: el destino de Cuba.
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