Mostrando entradas con la etiqueta Libre. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Libre. Mostrar todas las entradas

domingo, 5 de junio de 2011

Páginas inolvidables


Por Roberto Rodríguez de Aragón*
Publicado en Libre

Cuando escribimos este artículo, para el querido semanario “LIBRE”, (mayo 27 de 2011), estamos cumpliendo 52 años de haber salido de nuestra querida e inolvidable patria. Serían las 10: 00 a.m, cuando acompañados por el Embajador de Honduras, el inolvidable Don Francisco Alemán, salimos de la embajada del querido país, rumbo al aeropuerto de Rancho Boyeros, en nuestra condición de asilado político. Junto con nosotros y por las mismas causas, estaba el Senador por la Provincia de La Habana, el inolvidable, gran amigo y magnífico político, Félix Ayón, su esposa se le uniría en el aeropuerto, para salir junto a Félix hacia el destierro. En la Embajada, quedaba nuestro buen amigo, Comandante Wilfredo Suárez Suquet, pundonoroso militar, que pasaba por el dolor de haber perdido a su hermano, Coronel Suárez Suquet, asesinado en la ciudad de Camagüey, frente al paredón de fusilamientos, amarrado a un árbol, por no poderse sostener en sus pies, debido a las heridas causadas, combatiendo a los castro-comunistas. Era jefe militar de esa provincia, el miembro del Movimiento “26 de Julio”, Comandante Huber Matos, exilado como nosotros, al sentirse engañado por el castrato, que lo condenó a muchos años de cárcel.


Queremos dedicarle un recuerdo a Don Paco Alemán, Embajador de Honduras. La mayoría de los embajadores acreditados en Cuba, no sabemos si cumpliendo instrucciones de sus respectivos gobiernos o como negocio personal, cobraban el asilo a los que lo solicitaban, fueran militares, políticos o de la sociedad civil. El Embajador Alemán, desde el día primero de enero, hasta que terminó su misión de Embajador en Cuba, no pidió, ni aceptó (a los que le ofrecieron pagar el asilo), ¡ni un kilo prieto! a los que pretendieron sobornar al honesto diplomático. Cuando tuvimos conocimiento de nuestra fecha de salida, nuestro inolvidable padre, nos llevó a la Embajada regalos para el Embajador, su distinguida esposa y sus tres hijos (una bonita joven y dos varones, que no llegaban a los 15 años). Los hijos de Félix Ayón, hicieron lo mismo, llevándole regalos a su papá, para que se los diese al Embajador y su familia.


Al hacerles entrega Félix Ayón y nosotros de los regalos a Don Paco y su familia, el insulto del Embajador fue bien grande. Su cara se tornó roja y los ojos, parecían quererse salir de la córnea. Utilizando Félix y nosotros, todo nuestro lenguaje político y valiéndonos de los hijos y la esposa, fuimos calmándolo y logrando bajara el tono de su indignación. Entre sus argumentos que nos exponía, era que: “aceptar esos regalos, sería como si estuviésemos sobornándolo por el asilo. Que el sólo cumplía con el tratado internacional de su país, sobre el Asilo Político“. Para no aburrirlos, no repetiremos lo que Félix Ayón y nosotros, argumentamos, para calmarlo y que toda la familia Alemán, aceptara nuestros presentes.


En el viaje hacia Rancho Boyeros, muy cerca de la embajada de Honduras, se encontraba la del Salvador. Allí se detuvo el carro oficial de Honduras y se unió a nosotros el Embajador de El Salvador y un asilado político que se iría en el mismo avión que nosotros, nada menos que se trataba de nuestro inolvidable amigo y hombre fuera de serie, por su honestidad, caballerosidad. talento y patriotismo, el Dr. Ricardo Equiliot, que había sido Ministro de Justicia y Ministro de Comunicaciones.


Ya en la escalerilla del “pájaro de hierro”, que nos llevaría a Honduras, nos dirigimos al Senador Ayón y al Ministro Equiliot, diciéndoles, cito: “Fíjense bien en esas palmas cubanas, porque vamos a estar 20 años sin volver a verlas” cierro la cita. ¡Qué equivocada nos dimos! Han pasado 52 años, 4 meses y 27 días, desde el fatídico primero de enero de 1959, en que Cuba perdió su libertad. El viaje hacia el destierro, íbamos conversando como sería la nueva vida que nos esperaba a los tres lejos de la patria. El más optimista éramos nosotros, quizás por nuestra edad, al día siguiente cumpliría 33 años. Ellos, ya mayores, recordando lo que les había pronosticado, nos decían “si esto dura mucho, nosotros no veremos la libertad de Cuba”. En efecto. Hace ya años, los dos grandes amigos y grandes cubanos, nos abandonaron, pero hasta el último día que vivieron. Trabajaron por la libertad de Cuba. Dios los tenga en la Gloria, porque se la ganaron.


Al pasar por las autoridades de inmigración y aduanales en Honduras, un inspector de inmigración, nos dice muy eufórico: Dr. Rodríguez, ¡Felicidades!, al indagar el motivo, nos dice, cito: “es que mañana día 28 es su cumpleaños”, cierro la cita. Respondiéndole rápidamente, cito: “como Ud. Piensa que habiendo dejado hace unas horas a mi patria, en contra de mi voluntad, usurpada por unos asesinos, voy a tener felicidad”. Aquel hombre, apenado por haber cometido una imprudencia, nos consoló diciéndonos, cito: “Ud. verá que pronto Cuba se volverá a arreglar y podrá regresar” (¿).


Un grupo de compatriotas que nos esperaban, al oír que sería nuestro cumpleaños, nos dijeron, cito: “tenemos que celebrar tu nueva vida, ya que te salvaste del castrato. Iremos esta noche a un cabaret, muy parecido a Tropicana, no tan grande ni bonito, pero te gustará”, cierro la cita.
Después de dejar en el hotel a Félix y la esposa, así como de darnos una buena ducha, salimos con los compatriotas hacia el pequeño “Tropicana”, según ellos. Esto del hotel, merece un artículo, que, si a los que lean este, les interesa, con mucho gusto se los narraremos.


Al llegar al “Pequeño Tropicana”, como ellos nos habían dicho, nos encontramos que se trataba de un salón de unos 60’ X 30’, más o menos (más bien menos, que más), una plataforma o escenario, con cuatro músicos tocando y en el salón unas 6 mesas. Después de tomarnos 2 tragos cada uno de los asistentes, que éramos 6, contándonos nosotros y más de las 12 de la noche. Pedimos parlamento, explicándoles, que estaba levantado desde las 4 de la madrugada, más el cansancio del viaje, más el hambre que tenía, porque en el Pequeño “Tropicana”, no había nada para comer, sólo bebestibles.


Ya en la calle, nos percatamos que no había nada abierto a esa hora. Paramos a un policía que viajaba en su bicicleta, indagando a donde pudiéramos ir a comer, ya que éramos turistas y no conocíamos la ciudad. El vigilante, un poco aturdido, nos dijo, cito: “a esta hora, puede ser que este abierto (y nos dio el nombre que no recuerdo) en la Plaza de la ciudad”. No dejamos, que terminara la frase, el que manejaba, piso el acelerador del cacharro que tenía, gritándole al policía, gracias, ya sé donde es” cierro la cita. Al llegar a la plaza, el propietario del “restaurante”, estaba barriendo el local y al preguntarle por comida, nos dijo con mucha pena, cito: “ya estoy cerrando y lo único que tengo es sopa”. No dejamos que nuestros compatriotas opinaran, con el hambre que este servidor tenía, le dijimos, cito “no se preocupe, tráiganos la sopa” cierro la cita. Pasaron unos 20 minutos, que me parecieron 20 horas, el pobre hombre se apareció con seis platos de sopa (¿) que en el trascurso de los años, todavía no se de que rayos era la sopa. Vi que era un líquido verde, color lino del río “Canimar”. Pero también en los años transcurridos, declaro, que me supo a Gloria, como si fuera el mejor manjar del mundo.


Así comenzaba la nueva vida de un desterrado cubano, Pero como dijo Martí “Sin Patria, pero sin amo”.


*El autor fue miembro de la Cámara de Representantes de Cuba por la Provincia de Matanzas.

sábado, 26 de diciembre de 2009

De las páginas de Libre


Fernando Ortiz

Escrito por Dr. Orlando Gómez-Gil
miércoles, 23 de diciembre de 2009

Mientras otros escritores trataron de explicarse la naturaleza íntima e intríseca de Cuba a través de otros factores, Fernando Ortiz (1881- 1969) intentó hacerlo mediante la sociología. En este campo se sitúa a gran distancia de los demás pensadores. El gran escritor nació en La Habana el 16 de julio de 1881. Vivió sus primeros cuatro años en la Isla de Menorca, tierra de su madre. Regresa a Cuba cuando la historia de la Isla es dramáticamente extraordinaria: está en pleno acontecer la Guerra del 95 – “la guerra de Martí”- y en 1898 se producen la Guerra Americana-cubana- española y la intervención norteamericana. Se gradúa de abogado en la Escuela de Leyes de la Universidad de La Habana. Pero a los veinte años, en enero de 1900, sale de Cuba. Hizo estudios muy profundos y abarcadores sobre los elementos étnicos que componen el país, sobre el juego de los productos cubanos en el proceso histórico y el carácter del cubano y, finalmente, tocó aspectos de la historia de Cuba nunca antes estudiados.

Poco tiempo después está de vuelta en La Habana. De ahora en adelante ocupará posiciones importantes dentro de la administración pública de la Patria. En 1903 don Tomás Estrada Palma lo designa cónsul y llega a ser secretario de la delegación cubana sirviendo en Marsella, la Coruña, París y otros lugares. Sus inquietudes lo llevan a Italia con el ánimo de estudiar criminología y se hace amigo y discípulo de Cesar Lombroso, que brillaba en esta materia. A pesar del prestigio de que gozaba en esa época, muchas de las teorías de ese autor han caído, víctimas del implacable paso del tiempo.

Dos años después regresa a La Habana y en 1905 don Tomás lo nombra Fiscal de la Audiencia de La Habana. Lo invitan a ser miembro de la prestigiosa Sociedad Económica de Amigos del País. La “Revista Bimestre”, fundada por el gran reformista José Antonio Saco, había dejado de publicarse y Ortiz toma su dirección y le da nueva vida. Pero sus ascensos continúan: ahora es catedrático de Derecho Público en la Escuela de Leyes de la Universidad de La Habana. Siente entonces un llamado más alto, el de la política y es electo Representante a la Cámara, donde permanecerá por diez años. El no puede negar el intelectual que lleva dentro y en 1926, funda con otros intelectuales la Sociedad Hispano-Cubana de Cultura. Poco tiempo después tiene lugar una de sus grandes realizaciones: la publicación de la Colección de Libros Cubanos en la editorial “La Moderna Poesía”. No solamente escribe algunos textos, sino compone las introducciones de cada obra.

El reloj de la historia marca uno de los momentos más dramáticos en el proceso histórico de Cuba: Gerardo Machado, que ha sido un presidente muy constructivo, se deja seducir por los que lo halagan, se cree “imprescindible” y orquesta su reelección y la prórroga de poderes. Vemos entonces a Fernando Ortiz fijar su residencia en Washington, D.C. donde puede ser más útil a Cuba que permaneciendo en ella.

Pero hagamos un paréntesis para estudiar algunas obras donde muestra su aguda y sagaz pupila de sociólogo, uno de los más grandes que ha dado Cuba. En 1906 publica “El Hampa antillana: los negros brujos”; a los que seguirán: “El engaño de las razas” ; “Hampa cubana: los negros esclavos”; y los cinco volúmenes de “Los instrumentos de la música cubana”. En estos libros destaca el papel de lo étnico, tanto en el carácter, la idiosincracia y el desarrollo histórico de la isla. Son estudios que se caracterizan por su profundidad, riqueza y precisión de datos y el ojo avizor de un gran investigador.

Hacia 1913 sus preocupaciones toman un nuevo rumbo, pero siempre prevaleciendo el interés por lo cubano. Publica entonces “La reconquista de América”; “José Antonio Saco y sus ideas cubanas”; “Las cuatro culturas indias”; “La tragedia de los ñáñigos”; “La Transculturación blanca de los tambores negros”. La obra más importante de esta época y , sin duda alguna, su obra maestra y la más leída y comentada lleva por título: “Contrapunteo del tabaco y el azúcar”. Aquí plantea una idea sumamente original, la influencia determinante que las producciones económicas ejercen sobre el carácter cubano y sobre el desarrollo no solamente económico, sino también político y social. Ya sabemos que esos productos han sido los fundamentales en la economía cubana, no sólo de esa época, sino de todos los tiempos.

Entre 1919 y 1927 el Dr. Ortiz deambula por problemas más universales. La misma sabiduría y profundidad que hemos visto en sus temas anteriores son fácilmente reconocibles en las obras de ahora, donde sobresalen: “La crisis cubana: sus causas y sus remedios”( 1917); “Las fases de la evolución religiosa”(1919) ; “La paz de versalles” (1920); “La decadencia cubana” (1924); “La fiesta afro-cubana del Día de los reyes Magos” (1926); “Las relaciones económicas de Cuba con los Estados Unidos” (1927); “Los factores humanos de la cubanidad” (1941); “Por una escuela cubana en Cuba” (1941).

Para no hacer este ensayo interminable vamos sólo a recordar que también meditó y escribió mucho sobre temas jurídicos y legales. La fama de sus libros trascendió el mero marco de la Isla, para ganar resonancia en Europa, sobre todo en España, Italia, Francia y otros países. Fue un gran admirador del más sobresaliente ensayista español, Don José Ortega y Gasset, cuyo pensamiento conocía al dedillo. Fue miembro prominente del Pen Club de Escritores, donde se mostró siempre muy activo. Ya en su ancianidad y como muestra de este fervoroso intelectual, comenzó a publicar la revista “Ultra” que recogía gran variedad de temas.

Llega entonces la crisis más grave que ha sufrido el pueblo cubano. Corre el año 1959. Una revolución que predicaba la vuelta de Cuba a la democracia, se convierte, por las ambiciones de poder de su líder, en una dictadura unipersonal perpetua, basada en las doctrinas del marxismo leninismo. En ese año don Fernando cumple setenta y ocho años, edad muy dificil para tomar los caminos del exilio. Permanece en Cuba, dedicado a su labor de investigador y escritor, pero no se le puede acusar de apoyo ni colaboración con el régimen maldito. El gran erudito, sociólogo, escritor, profesor, periodista falleció en La Habana el 10 de abril de 1969 a los ochenta y ocho años. Y terminemos con esta afirmación basada en la verdad: su interés por desentrañar la esencia de su país mediante el análisis de lo racial, lo sicológico y económico responden a un supremo ideal: el destino de Cuba.