jueves, 15 de septiembre de 2011

En Torno a una Carta Inédita de José Martí a Manuel Mercado (Segunda Parte)

Para poner punto final a su sentir por la democracia mexicana Martí publicó en Diciembre de 1876 tres artículos acusatorios a los porfiristas. En uno de ellos afirmaba:


«Una revolución es necesaria todavía: la que no haga Presidente a su caudillo, la revolución contra todas las revoluciones: el levantamiento de todos los hombres pacíficos, una vez soldados, para que ni ellos ni nadie vuelvan a serlo.»

Por una de esas incomprensibles decisiones de los pueblos, meses después, en Mayo de 1877, Martí lamentó que el General Porfirio Díaz resultara electo en unas honradas elecciones convocadas por el encargado del poder ejecutivo de la Unión Mexicana, el General Porfirista Juan Nepomuceno Méndez (1824-1894), uno de los héroes de la Batalla de Puebla contra los franceses el 5 de Mayo de 1862.

El 29 de Diciembre de 1876 Martí parió en tren hacia Veracruz y desde allí embarcó hacia Cuba el día 2 de Enero de 1877 en el vapor Ebro. Llevaba consigo un pasaporte mexicano —que le consiguió Manuel Mercado— a nombre de Julián Pérez. Su propósito era hacer gestiones para poder repatriar su familia a Cuba. En esa ocasión le escribió a Manuel Mercado diciéndole:

«Podría ser que yo cayese preso, pero no estaría constantemente incomunicado, y el viaje de ellas [sus hermanas], comprado con mi libertad, ya que tanto han sufrido por mi culpa; siempre se haría…»

En el muelle de La Habana lo esperaron el día 6 de Enero su madre, Doña Leonor, y sus hermanas Antonia y Leonor (la Chata), que habían retornado a Cuba unos días antes. En casa de la Chata y su esposo Manuel, se alojaron todos.

El José Martí que tan exitosamente ejercería la profesión de periodista en Nueva York y que podía en 1895 ahorrar lo suficiente como para financiar muchos de los gastos de las expediciones a Cuba durante la Guerra del ‘95, se vio en La Habana sin dinero y sin medios para traer el resto de su familia desde Ciudad México. Afortunadamente encontró allí el abrazo acogedor de su hermano y amigo del alma Fermín Valdés Domínguez (1852-1910).



Fermin Valdes Dominguez

Fermín vivía con su hermano Eusebio en una gran casona en la esquina de Industria y San Miguel, propiedad del padre adoptivo de ambos, Don José Mariano Domínguez Salvajáuregui (1812-1877). Don Mariano era en 1877 un ilustre presbítero guatemalteco entregado por completo al servicio de sus fieles en la Habana. Tanto Fermín (Médico) como Eusebio (Abogado) tenían una sólida posición económica y ofrecieron a Martí los fondos necesarios para trasladar su familia a Cuba y para iniciar con Carmen su vida matrimonial en Guatemala. El noble capellán, que prácticamente había visto a Martí crecer en su casa, lo consideraba y amaba como a un tercer hijo. No vaciló en ofrecerle cartas de presentación para sus viejos afectos en la capital de Guatemala. Como si estuviera esperando esa ocasión para demostrar a Martí el cariño de un segundo padre, Don José Mariano falleció unos días después, el 2 de Febrero de 1877.

La estancia clandestina de Martí en la Habana duró exactamente siete semanas; el 24 de Febrero partió hacia la América Central, desembarcando en Belice y viajando en lomo de mula hasta Zacapa después de atravesar «altos volcanes y fértiles tierras adornadas de café, maíz y caña de azúcar… una tierra hospitalaria, rica y franca.»

A principios del mes de Marzo de 1877, en una carta a Manuel Mercado, Martí le comunicó sus intenciones de no retornar permanentemente a México sino fijar destino en Guatemala. No podía tolerar la deposición de Lerdo de Tejada y el arribo al poder de la tiranía conservadora de Porfirio Díaz. En palabras dolorosas de escribir le explicó a Manuel Mercado que «un hombre libre, con un poco de luz en la frente, no puede vivir donde mandan los tiranos.»

José Martí llevó a Ciudad Guatemala las cartas de recomendación de Don José Mariano dirigidas a personalidades de ese país, entre ellas al presidente Justo Rufino Barrios (1835-1885). Ya en Mayo de ese año le nombraron Profesor de Literatura en la Escuela Normal y Catedrático de Literatura Francesa, Inglesa, Italiana, Alemana y de Historia de la Filosofía en la Universidad de Guatemala. Así pudo establecer su residencia en el próspero barrio de Ciudad Vieja, al sur de la ciudad. Martí hizo amistad en Guatemala con un prócer independentista —nacido en Sevilla y educado en Londres— que había llegado a ser presidente de la República, Miguel García Granados (1809-1878), que lo recibió en su hogar, donde las tertulias eran ricas en lo político, en literatura y cultura en general. Es allí que Martí conoció a María, una de las hijas de García Granados, recordada en sus poesías como La Niña de Guatemala.

Justo Rufino Barrios


Miguel Garcia Granados

















En Diciembre de 1877 Martí regresó brevemente a México para casarse el día 20, en la Catedral Mexicana, con la camagüeyana Carmen Zayas Bazán, regresando de inmediato a Guatemala para continuar con sus responsabilidades docentes. Una vez en Guatemala Martí comenzó a estudiar con detenimiento lo que llamó «la paradoja guatemalteca.»
El Presidente Justo Rufino Barrios había apoyado resueltamente la guerra del ‘68 iniciada en Cuba por Carlos Manuel de Céspedes, e inclusive había ofrecido refugio a los veteranos cubanos que huían del alcance de las armas españolas durante la guerra. Por otra parte, debido a su trato hacia los Mayas —cuya única riqueza era la tierra que cultivaban— la prensa de los Guatemaltecos exiliados en México caracterizaba a Barrios como «un caníbal, una pantera, un sátrapa oprobio de la humanidad,» debido a la expropiación de las tierras indígenas sin cultivar y la legislación de su gobierno en favor del reclutamiento forzado de los Mayas para trabajar en el cultivo intensivo de las plantaciones de café durante el corto período de la cosecha.

Inicialmente, las políticas de Barrios impulsando el crecimiento económico y el gobierno secular en Guatemala, la promesa de una transformación económica que mejoraría el estándar de vida de la población indígena, las ventajas de mezclar las dos culturas —india e hispánica— para sintetizar una nueva y moderna sociedad, y la actitud de simpatía de Barrios hacia la independencia de Cuba, fueron poderosos alicientes que atrajeron a Martí al pensamiento de Barrios. El 26 de Marzo Martí logró conocer al Presidente y —aunque no hay transcripciones de la conversación— es evidente que Martí simpatizó con él desde ese momento.

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