martes, 13 de septiembre de 2011

En Torno a una Carta Inédita de José Martí a Manuel Mercado* (Primera Parte)

*  Por el Dr. Raul Chao.

El 8 de Febrero de 1875 José Martí llegaba al puerto mexicano de Veracruz para reunirse con su familia en la capital mexicana. Acababa de graduarse en Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Zaragoza en Octubre del año anterior. Martí se había embarcado hacia América desde el puerto de Le Havre, terminando así su primer destierro en España vía Paris (donde conoció a Víctor Hugo) y Nueva York (donde estuvo 12 días).
Don Mariano Marti

Leonor Pérez


En Cuba ardía la Guerra de los Diez Años. Sabiendo que José Julián no podía volver a su país, sus padres Don Mariano Martí (1815-1887) y Doña Leonor Pérez (1828-1907) se habían mudado a Ciudad México en 1874 con el objeto de poder allí reunir a toda la familia cuando llegara José Julián de España. Con Mariano y Leonor habían emigrado a México todas las hermanas de Martí: Ana (1856-1875, que falleció un mes antes de la llegada de Martí); Leonor, La Chata (1854-1900); María del Carmen, La Valenciana (1857-1900); María del Pilar (1859-1865); Rita Amelia (1862-1944); Antonia (1864-1900) y Dolores, Lolita (1865-1870).

Horas después de desembarcar en Veracruz José Martí comenzó su largo y empinado camino a Ciudad México –siguiendo la misma senda que un día hiciera Simón Bolívar- y el día 10 de Febrero llegó a la estación de ferrocarril Buenavista (Insurgentes y Puente de Alvarado), inaugurada en Enero de 1873 por el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889) para conectar por vía rápida la capital con el puerto de Veracruz. En 1872 Benito Juárez (1806-1872) había muerto de un ataque al corazón. Lerdo de Tejada fue su sucesor como Ministro del Exterior de la República Mexicana. Juárez había sido el primer presidente mexicano indígena y no-militar; había resistido la ocupación francesa y restaurado la República en 1867 tras la muerte del Emperador Maximiliano (1832-1867).


Ese 10 de Febrero en la estación de Buenavista esperaban a Martí su padre, Don Mariano, y un funcionario Michoacano que vivía en los altos de la casa de Don Mariano: Manuel Mercado (1838-1909), secretario del Ayuntamiento de Ciudad México. Los Mercado y los Martí residían en la Calle Moneda cerca del Zócalo, un barrio prestigioso de la ciudad por su cercanía a la sede del gobierno nacional. Manuel Mercado tenía entonces 37 años; José Martí 22.
Manuel Mercado


Durante los próximos 20 años José Martí desarrolló una fraternal amistad con Manuel Mercado, manifestada por más de 140 cartas que Mercado recibió de Martí desde diferentes países y que conservó intactas hasta el día de su muerte en 1909. En esa correspondencia ambos compartieron desde cuestiones personales y familiares hasta opiniones políticas y criterios sobre países y gobernantes de actualidad. Martí, por ejemplo, dedicó su última e inconclusa carta –que es considerada como su testamento político- a Manuel Mercado. La carta fue escrita desde Dos Ríos el 18 de Mayo de 1895; a la muerte de Martí, al día siguiente, la carta cayó en manos españolas, las cuales la entregaron a Carmen Zayas Bazán (1853-1928), la viuda de Martí junto con otras posesiones del Apóstol.


Durante sus dos años de estancia en México (1875 y 1876) José Martí –por gestiones de Manuel Marcado- trabajó en la redacción de la Revista Universal, publicando sus artículos bajo el seudónimo de Orestes. Martí se integró plenamente a la vida Mexicana y cuando la familia entera de los Juárez asistió a una representación teatral de una obra de Martí en Ciudad México en 1875, conoció al poeta santiaguero Pedro Santacilia (1834-1910), casado con Manuela, la hija primogénita de Benito Juárez.
Pedro Santacilia


Santacilia, uno de los grandes valores cubanos casi desconocidos, fue quien obtuvo de Juárez el reconocimiento de la beligerancia de los mambises durante la Guerra del ‘68, lo cual agradeció Carlos Manuel de Céspedes en una carta al Presidente Juárez el 9 de Junio de 1869. A partir de entonces los puertos mexicanos recibieron y abastecieron a barcos con la bandera cubana. Fue también Santacilia quien publicó en 1858 una antología poética titulada El Laúd del Desterrado en la que incluyó poesías patrióticas suyas y de José María Heredia, Miguel Teurbe Tolón, Juan Clemente Zenea y otros poetas. El Laúd del Desterrado ha sido estudiado y analizado críticamente en años recientes por Matías Montes Huidobro, el gran crítico e historiador literario cubano. Cuando la República de Cuba inauguró su primera sede diplomática en Ciudad México, el 20 de Mayo de 1902, el primer cubano en inscribirse y reclamar la ciudadanía, a los 68 años de edad, fue Pedro Santacilia, del cual se cuenta que comentó al recibirla «¡Qué agradable es eso de ser paisano de Heredia, de Martí y de Maceo!»
Presidente Sebastian Lerdo

General Porfirio Diaz


El 8 de Agosto de 1875, actuando como corresponsal en la inauguración de una escuela primaria en el poblado de La Magdalena, cerca de la capital, Martí conoció al Presidente Mexicano Lerdo de Tejada, al cual desde entonces respaldó, oponiéndose a los esfuerzos del General Porfirio Díaz (1876-1911) cuando este trataba de obstaculizar su gobierno. Ya desde el 1875 habían comenzado los movimientos insurreccionales en contra de Lerdo de Tejada capitaneados –se rumoraba- por el General Porfirio Díaz. La rebelión se basaba en el rechazo de ciertas medidas impopulares de la administración de Lerdo: la incorporación a la Constitución de las leyes anticlericales de la Reforma, i.e., la expulsión de los jesuitas, la secularización de la enseñanza y la prohibición de manifestaciones religiosas fuera de los templos, entre otras.

El alzamiento de Porfirio Díaz se hizo realidad el 10 de Enero de 1876 cuando este proclamó el Plan de Tuxtepec, en virtud del cual se desconocía la presidencia de Lerdo de Tejada y se despedían todos los funcionarios nombrados por él. Martí decidió abandonar México el 16 de Noviembre de 1876, una vez perdida la Batalla de Tecoac, en el Estado de Tlaxcala, que dió el triunfo a los ideales porfiristas enarbolados en el Plan de Tuxtepec y en la que por poco perece el propio General Porfirio Díaz.

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