miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cuba en la Segunda Guerra Mundial

El siete de diciembre se marca el 70 aniversario del ataque a la base militar norteamericana en Pearl Harbor, Hawaii por las fuerzas del imperio japonés, así dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial. El presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt calificó aquel día como “una fecha que vivirá en la infamia.” Pronto, la mayoría de las naciones latinoamericanas declararon la guerra a las potencias del Eje.

El nueve de diciembre de 1941, el gobierno cubano, bajo el mando del presidente Fulgencio Batista, le declaró la guerra a Japón. Hizo lo mismo con Alemania e Italia el 11 de diciembre.


    








martes, 29 de noviembre de 2011

Juan Gualberto Gómez Ferrer: un ilustre matancero


Escrito por José (Pepe) Martel. Publicado en Libre el lunes, 21 de Noviembre de 2011

Esa provincia de Cuba, Matanzas, conocida como “La Atenas” ha dado grandes hombres y uno de ellos este gran patriota cubano nacido en uno de sus municipios, Sabanilla del Encomendador. Hijos de esclavos pero libre de cadenas ya que sus padres lograron ahorrar unos pesos y pagarle al amo su libertad conocida en aquellos tiempos como ... De ese modo Juan Gualberto nació libre y con iguales derechos que cualquier cubano de aquella época de colonialismo y esclavitud.

Desde sus primeros años se le observó talento, formación, carácter y patriotismo íntegro muy a pesar de su color negro se desarrolló sin alentar racismo alguno. Luchó con tenacidad y fervor por la mejoría de su clase y por los derechos humanos de todos los cubanos aspirantes a vivir en libertad.

Fue en todo momento de su vida un compañero inseparable de José Martí, quienes se llamaban hermanos.
Periodista, escritor, orador, político y hombre de un prestigio insoslayable y puro. Conoció a Francisco Vicente Aguilera en París y en 1879 comenzó a conspirar junto a Martí. En 1880 fue apresado, juzgado y deportado a Ceuta cumpliendo una larga condena. En España intimó con un Don Rafael María de Labra (nacido en Cuba y desde niño llevado a Madrid) quien lo ayudó en todo y lo presentó en el Ateneo de Madrid donde ofreció varias conferencias siendo aclamado por consagrados políticos, escritores, poetas y grandes hombres españoles que se oponían a las colonizaciones.

De regreso a Cuba fundó el periódico El Separatista en La Habana. Oficialmente Juan Gualberto era el representante de Martí y tenía la plena autoridad y amplia responsabilidad en dictar instrucciones para cada grupo, movimiento, agrupación clandestina y coordinación de la guerra. El día 29 de enero de 1895 Martí le escribía a Juan Gualberto de puño y letra dándole las instrucciones del acuerdo suscrito en Nueva York con la firma de José Martí y José María Rodríguez en nombre del Generalísimo Máximo Gómez y Enrique Collazo.

En los primero días de febrero de 1895 sale de La Habana rumbo a Oriente para coordinar las futuras acciones de los movimientos alzados y el 24 de ese mes se alzaba cumpliendo sus órdenes el General Bartolomé Masó en Manzanillo. Sucesivos alzamientos en Guantánamo, Bayate, Baire y Jagüey Grande. Juan Gualberto lo hacía en el poblado oriental de Ibarra junto a Antonio López Coloma. Aquellos intentos fracasan por la no llegada de desembarcos de hombres y armas del exterior y solo el General Masó y su tropa pudo entablar combates con el enemigo.

El 2 de marzo de 1895 cayó prisionero de los españoles y conducido a La Habana ante el sanguinario capitán Calleja. Sometido a interrogatorios y torturas fue llevado a varias prisiones donde su calvario fue muy doloroso. No delató ni dijo lo que las autoridades españolas querían saber por lo cual la primera petición pena de muerte y al final 20 años de prisión y de nuevo deportado a Ceuta el 3 de septiembre de 1895. Más tarde trasladado a la cárcel de Valencia y en 1897 de vuelta a Cuba encerrado en las mazmorras de La Cabaña en ocasión de dictar el gobierno español las reformas autonómicas para la isla. Los desembarcos de Máximo Gómez y José Martí en Dos Ríos, la muerte de Martí en combate fueron acontecimientos que entristecieron su vida, no solo por el cariño y afectos que había entre ambos sino por el vacío que dejaba aquella muerte en las horas que más lo necesitaba la causa.

Ya liberado continuó luchando por la libertad de Cuba y más por la organización de la república. Integró la Asamblea de Santa Cruz (después Cerro) y ejerció en ella mucha influencia junto a Manuel Sanguily. Fue delegado de la Asamblea Constituyente de 1901 y un batallador incansable para la creación de la Carta Constitucional para la república y un opositor vehemente contra la Enmienda Platt. Su labor parlamentaria, política y periodista fue muy importante en aquellos tiempos de fundación de la nueva Cuba. Miembro del Partido Unión Democrática (PUD) junto al general Masó que discutía la presidencia frente a Tomás Estrada Palma, candidato favorito del gobierno norteamericano de turno y Juan Gualberto aspirante a representante a la Cámara. Las reiteradas disputas del general Masó con el gobernador Wood (amigo de JGG) produjeron un alineamiento con Alfredo Zayas, con quien hizo política hasta su muerte.

A la caída de Tomás Estrada Palma trabajó intensamente para sacar a los cubanos de esa intransigencia política que los embargaba. Las personas que lo conocieron destacan su inmenso talento, amplísima cultura y patriotismo inigualable. Fue un asistente sistemático a las tertulias del abogado José Antolín del Cuesto en su bufete donde se reunía con personalidades de esa época como Rafael Montoro, Fernández Marcané, Hernández Cartaya, Sánchez Bustamante y otros sabios cubanos.

Falleció en 1933 sin quejarse de nadie, sin acusar a nadie, aunque sorprendido por los caminos que tomaba Cuba con sus nuevas generaciones después de la caída del general Gerardo Machado.





domingo, 20 de noviembre de 2011

Develado el Monumento al Dr. Manuel Antonio de Varona






















El sábado, 19 de noviembre se llevó a cabo la delevación del monument al Dr. Manuel Antonio de Varona Loredo. El monumento, localizado en el Triangle Park de Miami, está integrado por un busto del Dr. de Varona sobre una columna de marmol. El busto es obra del recién fallecido escultor cubano Tony López.



















Durante el acto hablaron destacadas personalidades del exilio. Carlos de Varona Segura, hijo del Dr. de Varona, reconoció la labor de aquellos miembros del Comité “Monumento Dr. Manuel A. de Varona” quienes trabajaron para lograr que esta obra se llevara a cabo y presentó a los familiares del Dr. Varona allí presentes.


















El Dr. de Varona ocupó varios cargos políticos, entre ellos los de senador y primer ministro. Fue uno de los líderes principales y mas activos del exilio cubano hasta su fallecimiento en 1992.





jueves, 17 de noviembre de 2011

Juan Caballero Brunet

Por Lincoln Díaz-Balart
Publicado en el Diario Las Américas el 11 de noviembre de 2011

Hace unos días falleció en Miami mi tío, Juan Caballero Brunet, el hermano mayor de mi mamá.

Juan era un patriota cubano, como lo son, también, sus hermanos, Mario y Alfredo, y mi mamá, Hilda.

¡Lincote! Mi tío Juan me llamaba así. Nadie más me ha llamado de esa forma.

Juan Caballero Brunet era una de las personas más buenas, nobles, y cariñosas que jamás he conocido.

Abogado de profesión, y Representante a la Cámara en Cuba republicana, todos los fines de semana regresaba a su provincia de Camagüey a visitar a sus electores. Y, sin dinero, visitando todos los hogares en todos los barrios y vecindarios de la ciudad, fue electo Alcalde de Ciego de Ávila en las últimas elecciones que tuvo Cuba, en 1958.

Fue Juan quien nos enseñó a Mario mi hermano y a mí, la importancia de visitar, casa por casa, a los electores.

También recuerdo como me explicó, con su maravilloso sentido del humor, el valor de darle la mano a todo el mundo, la costumbre de los políticos en Estados Unidos. “Siempre me pareció eso una bobería”, me dijo, “y un día estaba en mi automóvil parado en una luz roja en Pensacola (donde Juan era profesor en la Universidad) y se me acercó y me dio la mano Earl Hutto, diciéndome Hello, I’m Congressman Earl Hutto, ¡y cuando fui a votar, vi su nombre en la boleta y voté por él! ¡Funciona, Lincote!” me decía riéndose.

Juan era, en los mejores sentidos de la palabra, como un niño. Amaba al prójimo. Todo lo material que tuvo, era para otros. Se desvivía por hacerle un favor a un amigo. Le era muy difícil entender el mal. Como un niño.

Recuerdo cuando me dijo que realmente entendió por primera vez lo que estábamos confrontando en Cuba. Habiendo llegado a Nueva York ese primero de enero de 1959 (¡sin ni siquiera un abrigo!) Juan vio por la televisión como las turbas en La Habana destruían los parquímetros. “En ese momento entendí que lo de Castro sería realmente serio”, me dijo.

Y Juan conoció el dolor profundo en ésta vida, especialmente cuando, ya viejito y enfermo, pero feliz porque vivía con su hijo, mi primo Jorge Enrique, uno de los seres humanos más llenos de amor concebibles, que junto a su hija (la nieta de Juan) Ana María, cuidaba a Juan, y Jorge Enrique murió repentinamente del corazón.

Después, Ana María y la hija de Ana María, Jordan, cuidaron a Juan de una forma bella y admirable.

Juan ya no siente el dolor. Está junto a Jorge Enrique y a sus padres –mis abuelos Juan y María– a su esposa Carmen y a tantos otros seres queridos en la presencia de Dios.

Y hasta que nos reunamos nuevamente con él y con todos ellos, recordaremos siempre a Juan Caballero Brunet con toda nuestra admiración, devoción, y supremo amor.

domingo, 16 de octubre de 2011

Alfredo Zayas Alfonso, el escritor

Además de su exitoso accionar político, Zayas deja una voluminosa obra literaria que incluye considerables aportes en las investigaciones lexicográficas no sólo en el ámbito de la isla sino del Caribe.

 
Por Armando de Armas, publicado en http://www.martinoticias.com/ el 06 de octubre de 2011



Si Alfredo Zayas Alfonso no hubiese pasado a la historia como presidente de la República de Cuba, entre 1921 y 1925, sin dudas lo hubiese hecho como intelectual, dado que el político y periodista, nacido en la habanera barriada de El Cerro el 21 de septiembre de 1861, cuenta en su haber con una sólida obra literaria manifiesta en varios géneros; más intelectual, la verdad sea dicha, que muchos de nuestros intelectuales al uso y al abuso, del pasado y del presente, pero, ¡ay!, sobre todo del presente.

Me refiero a esos intelectuales que, la voz engolada, opinan moderadamente ante los medios de difusión acerca de lo humano y lo divino, ponficando, profetizando, proponiendo, promoviendo, promoviéndose, sobre todo previéndose, siempre con una obra cumbre a punto de terminar, pero que nunca terminan, dotados de lo verbal, de una cultura de la oralidad, convenientemente situados en lo que ellos pomposamente llaman postmodernismo pero, paradójicamente, sin rebasar aún la era de los aedas, revoloteando, a veces pesadamente, en los estadios anteriores a la escritura, arriesgados trapecistas que, describiendo una extendida parábola en el espacio, en el espacio y en el tiempo, saltasen desde los primordiales cantares de gesta, pasando por alto la imprenta, hasta aterrizar en el presente de la virtuosa virtualidad.

Estos verbales, envarados además, ataviados de boina y desaliño, desbordando cariño, amor a la humanidad, a los pobres de la tierra, ecologistas y pacifistas, socialistas por más señas, socialistas vegetarianos, no carnívoros, faltaba más, defensores de la dictadura del centro, a todo trance y a veces en trance, diciendo una cosa y su contraria a un tiempo, apóstoles del lugar común, rebeldes contra Dios (acá nada arriesgarían puesto que de ateos presumen), sumisos ante la demagogia desbordada de la opinión pública, casi púbica, demagogia establecida como dogma de vida, y a veces de muerte, estos verbales, mirarían por sobre el hombro a AlfredoZayas Alfonso para decirle, ¿intelectual tú?, ja, intelectuales nosotros, tú serás, si acaso, político... con esa facha... uf... político y punto.

Pero Zayas cursó estudios en los colegios Madame Boblag y El Salvador, por lo que desde el inicio recibió una esmerada educación, y después logra matricular en la carrera de Licenciatura en Derecho, en la Universidad de La Habana, incorporándose a las tertulias intelectuales y políticas; pues los intereses de unas y de otras confluían adecuadamente en la persona del futuro presidente.

Zayas empieza su carrera política dentro del Partido Autonomista, donde se convierte en una importante figura, pero su pensamiento derivó, cada vez más, hacía entroncar con el de quienes proclamaban el camino de la insurrección y la independencia, por lo que en 1895 ingresa al Partido Revolucionario Cubano y, como resultado de su labor conspirativa, las autoridades coloniales decretaron su encierro y expulsión, confinándolo posteriormente en las prisiones españolas del norte de África; ¡vaya, verbales, tomen!, ustedes que presumían de rebeldes, acá tienen a un verdadero rebelde; no rebelde por moda de boina y desaliño, no, nada de eso, rebelde por tomar riesgos, pagar un precio por su rebeldía. Por supuesto, Zayas no la ha tenido fácil en ese sentido, y no la ha tenido fácil por el simple hecho de haber nacido en una nación que dio un Céspedes, que dio un Maceo, que tuvo un Gómez, y, para colmo, hasta un Martí le gana en cuanto a peripecia guerrera, debido a ello, debido a nuestra cultura de violencia, cultura de cuartel, del machete, del rompe y rasga, del dale al que no te dio, bueno, pues se le ha llegado a acusar hasta de cobarde, a endilgarle al patricio el nombrete de Saya, Saya en sustitución de Zayas, que usa saya, sayita, que es hembrita, sambenito que no le dieron los marxistas, sino los machistas, pero que los marxistas al mando alimentaron por aquello de la lucha de clases y la vía armada como vía santa para acceder al poder, poder absoluto por supuesto, pero no era cobarde, de cobarde nada, si no que prueben nuestros verbales, intelectuales al uso, ¡a ver si se atreven!, a correr los riesgos que Zayas corrió por los ideales libertarios en que creía.

Con el advenimiento del fin del poder español, Zayas aumenta su participación en el panorama político de la isla y ocupa, sucesivamente, las posiciones de fiscal y subsecretario de Justicia, ambas durante la intervención norteamericana, secretario de la Convención Constituyente de 1900, alcalde, concejal del La Habana, senador y presidente del Senado en 1905, vicepresidente de 1909 a 1913 en el gobierno de José Miguel Gómez y, por último, presidente de la República en el periodo de 1921 a 1925.

Pero, regresando a la índole intelectual del político, digamos que presidió la Academia de la Historia de Cuba y la Sociedad Económica de Amigos del País, fue director de la revista Habana Literaria, y escribió para publicaciones como La Discusión, Revista Cubana, El Teatro, El Fígaro, Bohemia y, por otro lado, compiló en dos tomos las obras de José de la Luz y Caballero, 1890-1891. Zayas deja además una voluminosa obra de su autoría, entre la que cabe destacar Cuba autonómica, 1899, El presbítero D. José Agustín Caballero, su vida y sus obras, 1891, Un capítulo de la historia general de Cuba: 1867-1868, 1916, y La poesía patriótica en Cuba hasta 1868, 1930.

No obstante, donde la labor intelectual de Zayas viene a alcanzar relevancia, y no sólo en el ámbito nacional sino en el caribeño, es en el de las investigaciones lexicográficas, con obras como Diccionario de voces usadas por los aborígenes de las Antillas Mayores y de algunas de las Menores y consideraciones acerca de su significación y de su formación, publicada en La Habana en 1914 y editada por segunda vez en 1921. Pero Zayas no sólo incursionó en la ensayística y en las investigaciones lexicográficas sino que, poeta romántico, escribió los volúmenes Motivos de mis versos, 1878, además de los títulos Balance, Chasco, La cita y Al Caer la Nieve; escrito este último, hay que decir, en 1896 y tras las rejas de la Cárcel Modelo de Madrid.

A finales de 1897, tras salir de la prisión, Zayas se establece en Cayo Hueso, Estados Unidos, ciudad muy activa dentro de la delegación del Partido Revolucionario Cubano, y ocurre que su dominio del idioma inglés le facilita el trabajo de cabildeó en los círculos de la alta política norteamericana y, desde esa nación, establece una red de comunicaciones con los revolucionarios de Pinar del Río y La Habana, y organiza exitosos envíos de municiones y alimentos; destacándose así en la lucha por la independencia de Cuba.

En tanto político Zayas fue el cuarto presidente de la República, sustituyendo a Mario García Menocal, y su administración no estuvo exenta de crisis que el mandatario supo solucionar mediante el diálogo y los pactos, al punto de resolver la insurrección del Movimiento de Veteranos y Patriotas sin disparar un tiro.

En agosto de 1923 Zayas sancionó la denominada Ley de los Sargentos, en virtud de la cual se concedía una serie de beneficios a ese estamento militar y, entre 1923 y 1925, se dictaron medidas y ocurrieron acontecimientos de gran resonancia pública, como el de la compra, por el Estado, del antiguo y ruinoso Convento de Santa Clara de Asís de La Habana, en una cifra que supuestamente doblaba la que una firma privada había pagado anteriormente, hecho que motivó la famosa Protesta de los Trece, en la que un grupo de jóvenes intelectuales denunció en acto público la transacción. En 1923, Zayas dictó un decreto que reconocía la personalidad jurídica de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana, y consagraba el principio de intervención del alumnado en el gobierno del alto centro docente.

Otras disposiciones que aprobó fueron la Ley de Reforma de la Renta de Lotería Nacional, la Ley de Consolidación Ferroviaria o Ley Tarafa, la Ley de Garantía para la Expropiación Forzosa de Tierras para el Monopolio de la Electricidad y la Ley para el Dragado de la Bahía de Cárdenas; asimismo aprobó la amnistía para liberar o perdonar a los encausados por malversación de fondos en la Renta de Lotería Nacional y otras dependencias estatales.

Muerto en La Habana en abril de 1934, dedicado a la escritura y la investigación histórica desde que abandonara la presidencia, presidencia que por otro lado sería recordada como una de las más respetuosas de las libertades individuales en la isla, Alfredo Zayas Alfonso corrió la suerte, o mala suerte, de muchos hombres que, siendo grandes no sólo en la política sino también en las letras, terminan, como Winston Churchill y Orestes Ferrara, recordados sólo por el accionar, ciertamente más ostentoso, en los entresijos del poder e ignorados en el accionar, ciertamente más pudendo, en las entelequias del pensamiento; pero, pésele a quien le pese, el presidente Zayas es más intelectual, la verdad sea dicha, que muchos de nuestros intelectuales al uso y al abuso, del pasado y del presente, pero, ¡ay!, sobre todo del presente.



viernes, 14 de octubre de 2011

La transparencia de Mañach*



LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Entre las tantas conmemoraciones cerradas que nos ha traído este año 2011, no es posible ignorar el cincuenta aniversario de la muerte del intelectual cubano Jorge Mañach, ocurrida en Puerto Rico, país al que había emigrado en 1960 cuando ya el sistema comunista se insinuaba sobre nuestra patria.

Muchos son los aspectos que podrían tratarse acerca de la labor de Mañach en los campos de la política y la cultura, entre ellos las tantas polémicas en las que participó a lo largo de su vida. Sostuvo controversias con Rubén Martínez Villena, Raúl Roa y Gastón Baquero, entre otros. Pero siempre me ha resaltado la pugna que lo enfrentó en 1949, desde las páginas de la revista Bohemia, al poeta José Lezama Lima.

Mientras que Lezama y sus compañeros de la revista Orígenes sostenían que su República de las Letras debía de enclavarse al margen de la cosa pública, y en consecuencia se proyectaban como poetas y ensayistas químicamente puros, Mañach era partidario de continuar la gran tradición del intelectual americano: responder al menester público, no sustraerse a él; vivir en la Historia, no fuera de ella.

Esa faceta de intelectual comprometido con la sociedad dio lugar a otra característica que signaría su obra literaria y periodística: la transparencia. Es decir, que mientras otros escritores usaban la alegoría o la metáfora para reflejar la realidad, Mañach se acercaba a ella de un modo directo, aun sin abandonar la elegancia y profundidad de su prosa. Y un autor que escribiera de esa manera, y además estuviese firmemente identificado con la democracia liberal, por supuesto que no podía quedar indiferente ante el drama que afrontó Cuba a partir de 1959.

La cultura oficialista lo sumió en el olvido. Intentaron escamotearle sus méritos como conductor de la Revista de Avance al atribuirle los mayores lauros a Juan Marinello. De igual forma, algunos pretendieron escribir una antología del ensayo cubano sin mencionar su nombre. Pero el odio hacia Mañach aumentaría cuando se dieron cuenta de que no podían encasillarlo.

El castrismo emplea con frecuencia un método esquemático de clasificación: todo aquel que no se identifique con el marxismo-leninismo aplicado en la isla, es un vendido al imperialismo yanqui. Mañach siempre fue antimarxista y antileninista; sin embargo, en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia de Cuba, expresó que “no habíamos accedido a la nación durante la República debido a la insustanciación económica y social de la independencia por un lado, y por otro el plattismo que dejó como intervenida por voluntad ajena la aspiración de la conciencia cubana”. O sea, que Mañach constituye un ejemplo— por supuesto, hay millones más— de que se puede ser anticomunista y anticastrista, y a la vez ser un nacionalista defensor de nuestra soberanía.

La transparencia lo iba a acompañar hasta el final de su vida. Ya en el exilio manifestó, de un modo claro y preciso, lo que había significado el giro hacia el comunismo en Cuba: “El establecimiento de una república socialista en Cuba es una doble traición. Primero, a la vocación histórica de Cuba, asociada a la de todos los países americanos bajo el signo de la libertad. Después es una traición al mandato tácito que Fidel recibió cuando peleaba en la Sierra Maestra, y a los convenios explícitos que firmó con otros grupos de la oposición. A lo que no estaba autorizado el fidelismo era a cambiar radicalmente la estructura institucional y social de la nación cubana sin el previo y explícito consentimiento de nuestro pueblo”. (Bohemia Libre. New York, 18 de junio de 1961).

* Por Orlando Freire Santana, publicado el lunes, 10 de octubre de 2011








martes, 11 de octubre de 2011

Fotografía histórica


El Dr. Ramón Grau San Martín reunido con el periodista y representante José Pardo Llada.