viernes, 14 de octubre de 2011

La transparencia de Mañach*



LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Entre las tantas conmemoraciones cerradas que nos ha traído este año 2011, no es posible ignorar el cincuenta aniversario de la muerte del intelectual cubano Jorge Mañach, ocurrida en Puerto Rico, país al que había emigrado en 1960 cuando ya el sistema comunista se insinuaba sobre nuestra patria.

Muchos son los aspectos que podrían tratarse acerca de la labor de Mañach en los campos de la política y la cultura, entre ellos las tantas polémicas en las que participó a lo largo de su vida. Sostuvo controversias con Rubén Martínez Villena, Raúl Roa y Gastón Baquero, entre otros. Pero siempre me ha resaltado la pugna que lo enfrentó en 1949, desde las páginas de la revista Bohemia, al poeta José Lezama Lima.

Mientras que Lezama y sus compañeros de la revista Orígenes sostenían que su República de las Letras debía de enclavarse al margen de la cosa pública, y en consecuencia se proyectaban como poetas y ensayistas químicamente puros, Mañach era partidario de continuar la gran tradición del intelectual americano: responder al menester público, no sustraerse a él; vivir en la Historia, no fuera de ella.

Esa faceta de intelectual comprometido con la sociedad dio lugar a otra característica que signaría su obra literaria y periodística: la transparencia. Es decir, que mientras otros escritores usaban la alegoría o la metáfora para reflejar la realidad, Mañach se acercaba a ella de un modo directo, aun sin abandonar la elegancia y profundidad de su prosa. Y un autor que escribiera de esa manera, y además estuviese firmemente identificado con la democracia liberal, por supuesto que no podía quedar indiferente ante el drama que afrontó Cuba a partir de 1959.

La cultura oficialista lo sumió en el olvido. Intentaron escamotearle sus méritos como conductor de la Revista de Avance al atribuirle los mayores lauros a Juan Marinello. De igual forma, algunos pretendieron escribir una antología del ensayo cubano sin mencionar su nombre. Pero el odio hacia Mañach aumentaría cuando se dieron cuenta de que no podían encasillarlo.

El castrismo emplea con frecuencia un método esquemático de clasificación: todo aquel que no se identifique con el marxismo-leninismo aplicado en la isla, es un vendido al imperialismo yanqui. Mañach siempre fue antimarxista y antileninista; sin embargo, en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia de Cuba, expresó que “no habíamos accedido a la nación durante la República debido a la insustanciación económica y social de la independencia por un lado, y por otro el plattismo que dejó como intervenida por voluntad ajena la aspiración de la conciencia cubana”. O sea, que Mañach constituye un ejemplo— por supuesto, hay millones más— de que se puede ser anticomunista y anticastrista, y a la vez ser un nacionalista defensor de nuestra soberanía.

La transparencia lo iba a acompañar hasta el final de su vida. Ya en el exilio manifestó, de un modo claro y preciso, lo que había significado el giro hacia el comunismo en Cuba: “El establecimiento de una república socialista en Cuba es una doble traición. Primero, a la vocación histórica de Cuba, asociada a la de todos los países americanos bajo el signo de la libertad. Después es una traición al mandato tácito que Fidel recibió cuando peleaba en la Sierra Maestra, y a los convenios explícitos que firmó con otros grupos de la oposición. A lo que no estaba autorizado el fidelismo era a cambiar radicalmente la estructura institucional y social de la nación cubana sin el previo y explícito consentimiento de nuestro pueblo”. (Bohemia Libre. New York, 18 de junio de 1961).

* Por Orlando Freire Santana, publicado el lunes, 10 de octubre de 2011








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