domingo, 16 de octubre de 2011

Alfredo Zayas Alfonso, el escritor

Además de su exitoso accionar político, Zayas deja una voluminosa obra literaria que incluye considerables aportes en las investigaciones lexicográficas no sólo en el ámbito de la isla sino del Caribe.

 
Por Armando de Armas, publicado en http://www.martinoticias.com/ el 06 de octubre de 2011



Si Alfredo Zayas Alfonso no hubiese pasado a la historia como presidente de la República de Cuba, entre 1921 y 1925, sin dudas lo hubiese hecho como intelectual, dado que el político y periodista, nacido en la habanera barriada de El Cerro el 21 de septiembre de 1861, cuenta en su haber con una sólida obra literaria manifiesta en varios géneros; más intelectual, la verdad sea dicha, que muchos de nuestros intelectuales al uso y al abuso, del pasado y del presente, pero, ¡ay!, sobre todo del presente.

Me refiero a esos intelectuales que, la voz engolada, opinan moderadamente ante los medios de difusión acerca de lo humano y lo divino, ponficando, profetizando, proponiendo, promoviendo, promoviéndose, sobre todo previéndose, siempre con una obra cumbre a punto de terminar, pero que nunca terminan, dotados de lo verbal, de una cultura de la oralidad, convenientemente situados en lo que ellos pomposamente llaman postmodernismo pero, paradójicamente, sin rebasar aún la era de los aedas, revoloteando, a veces pesadamente, en los estadios anteriores a la escritura, arriesgados trapecistas que, describiendo una extendida parábola en el espacio, en el espacio y en el tiempo, saltasen desde los primordiales cantares de gesta, pasando por alto la imprenta, hasta aterrizar en el presente de la virtuosa virtualidad.

Estos verbales, envarados además, ataviados de boina y desaliño, desbordando cariño, amor a la humanidad, a los pobres de la tierra, ecologistas y pacifistas, socialistas por más señas, socialistas vegetarianos, no carnívoros, faltaba más, defensores de la dictadura del centro, a todo trance y a veces en trance, diciendo una cosa y su contraria a un tiempo, apóstoles del lugar común, rebeldes contra Dios (acá nada arriesgarían puesto que de ateos presumen), sumisos ante la demagogia desbordada de la opinión pública, casi púbica, demagogia establecida como dogma de vida, y a veces de muerte, estos verbales, mirarían por sobre el hombro a AlfredoZayas Alfonso para decirle, ¿intelectual tú?, ja, intelectuales nosotros, tú serás, si acaso, político... con esa facha... uf... político y punto.

Pero Zayas cursó estudios en los colegios Madame Boblag y El Salvador, por lo que desde el inicio recibió una esmerada educación, y después logra matricular en la carrera de Licenciatura en Derecho, en la Universidad de La Habana, incorporándose a las tertulias intelectuales y políticas; pues los intereses de unas y de otras confluían adecuadamente en la persona del futuro presidente.

Zayas empieza su carrera política dentro del Partido Autonomista, donde se convierte en una importante figura, pero su pensamiento derivó, cada vez más, hacía entroncar con el de quienes proclamaban el camino de la insurrección y la independencia, por lo que en 1895 ingresa al Partido Revolucionario Cubano y, como resultado de su labor conspirativa, las autoridades coloniales decretaron su encierro y expulsión, confinándolo posteriormente en las prisiones españolas del norte de África; ¡vaya, verbales, tomen!, ustedes que presumían de rebeldes, acá tienen a un verdadero rebelde; no rebelde por moda de boina y desaliño, no, nada de eso, rebelde por tomar riesgos, pagar un precio por su rebeldía. Por supuesto, Zayas no la ha tenido fácil en ese sentido, y no la ha tenido fácil por el simple hecho de haber nacido en una nación que dio un Céspedes, que dio un Maceo, que tuvo un Gómez, y, para colmo, hasta un Martí le gana en cuanto a peripecia guerrera, debido a ello, debido a nuestra cultura de violencia, cultura de cuartel, del machete, del rompe y rasga, del dale al que no te dio, bueno, pues se le ha llegado a acusar hasta de cobarde, a endilgarle al patricio el nombrete de Saya, Saya en sustitución de Zayas, que usa saya, sayita, que es hembrita, sambenito que no le dieron los marxistas, sino los machistas, pero que los marxistas al mando alimentaron por aquello de la lucha de clases y la vía armada como vía santa para acceder al poder, poder absoluto por supuesto, pero no era cobarde, de cobarde nada, si no que prueben nuestros verbales, intelectuales al uso, ¡a ver si se atreven!, a correr los riesgos que Zayas corrió por los ideales libertarios en que creía.

Con el advenimiento del fin del poder español, Zayas aumenta su participación en el panorama político de la isla y ocupa, sucesivamente, las posiciones de fiscal y subsecretario de Justicia, ambas durante la intervención norteamericana, secretario de la Convención Constituyente de 1900, alcalde, concejal del La Habana, senador y presidente del Senado en 1905, vicepresidente de 1909 a 1913 en el gobierno de José Miguel Gómez y, por último, presidente de la República en el periodo de 1921 a 1925.

Pero, regresando a la índole intelectual del político, digamos que presidió la Academia de la Historia de Cuba y la Sociedad Económica de Amigos del País, fue director de la revista Habana Literaria, y escribió para publicaciones como La Discusión, Revista Cubana, El Teatro, El Fígaro, Bohemia y, por otro lado, compiló en dos tomos las obras de José de la Luz y Caballero, 1890-1891. Zayas deja además una voluminosa obra de su autoría, entre la que cabe destacar Cuba autonómica, 1899, El presbítero D. José Agustín Caballero, su vida y sus obras, 1891, Un capítulo de la historia general de Cuba: 1867-1868, 1916, y La poesía patriótica en Cuba hasta 1868, 1930.

No obstante, donde la labor intelectual de Zayas viene a alcanzar relevancia, y no sólo en el ámbito nacional sino en el caribeño, es en el de las investigaciones lexicográficas, con obras como Diccionario de voces usadas por los aborígenes de las Antillas Mayores y de algunas de las Menores y consideraciones acerca de su significación y de su formación, publicada en La Habana en 1914 y editada por segunda vez en 1921. Pero Zayas no sólo incursionó en la ensayística y en las investigaciones lexicográficas sino que, poeta romántico, escribió los volúmenes Motivos de mis versos, 1878, además de los títulos Balance, Chasco, La cita y Al Caer la Nieve; escrito este último, hay que decir, en 1896 y tras las rejas de la Cárcel Modelo de Madrid.

A finales de 1897, tras salir de la prisión, Zayas se establece en Cayo Hueso, Estados Unidos, ciudad muy activa dentro de la delegación del Partido Revolucionario Cubano, y ocurre que su dominio del idioma inglés le facilita el trabajo de cabildeó en los círculos de la alta política norteamericana y, desde esa nación, establece una red de comunicaciones con los revolucionarios de Pinar del Río y La Habana, y organiza exitosos envíos de municiones y alimentos; destacándose así en la lucha por la independencia de Cuba.

En tanto político Zayas fue el cuarto presidente de la República, sustituyendo a Mario García Menocal, y su administración no estuvo exenta de crisis que el mandatario supo solucionar mediante el diálogo y los pactos, al punto de resolver la insurrección del Movimiento de Veteranos y Patriotas sin disparar un tiro.

En agosto de 1923 Zayas sancionó la denominada Ley de los Sargentos, en virtud de la cual se concedía una serie de beneficios a ese estamento militar y, entre 1923 y 1925, se dictaron medidas y ocurrieron acontecimientos de gran resonancia pública, como el de la compra, por el Estado, del antiguo y ruinoso Convento de Santa Clara de Asís de La Habana, en una cifra que supuestamente doblaba la que una firma privada había pagado anteriormente, hecho que motivó la famosa Protesta de los Trece, en la que un grupo de jóvenes intelectuales denunció en acto público la transacción. En 1923, Zayas dictó un decreto que reconocía la personalidad jurídica de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana, y consagraba el principio de intervención del alumnado en el gobierno del alto centro docente.

Otras disposiciones que aprobó fueron la Ley de Reforma de la Renta de Lotería Nacional, la Ley de Consolidación Ferroviaria o Ley Tarafa, la Ley de Garantía para la Expropiación Forzosa de Tierras para el Monopolio de la Electricidad y la Ley para el Dragado de la Bahía de Cárdenas; asimismo aprobó la amnistía para liberar o perdonar a los encausados por malversación de fondos en la Renta de Lotería Nacional y otras dependencias estatales.

Muerto en La Habana en abril de 1934, dedicado a la escritura y la investigación histórica desde que abandonara la presidencia, presidencia que por otro lado sería recordada como una de las más respetuosas de las libertades individuales en la isla, Alfredo Zayas Alfonso corrió la suerte, o mala suerte, de muchos hombres que, siendo grandes no sólo en la política sino también en las letras, terminan, como Winston Churchill y Orestes Ferrara, recordados sólo por el accionar, ciertamente más ostentoso, en los entresijos del poder e ignorados en el accionar, ciertamente más pudendo, en las entelequias del pensamiento; pero, pésele a quien le pese, el presidente Zayas es más intelectual, la verdad sea dicha, que muchos de nuestros intelectuales al uso y al abuso, del pasado y del presente, pero, ¡ay!, sobre todo del presente.



viernes, 14 de octubre de 2011

La transparencia de Mañach*



LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Entre las tantas conmemoraciones cerradas que nos ha traído este año 2011, no es posible ignorar el cincuenta aniversario de la muerte del intelectual cubano Jorge Mañach, ocurrida en Puerto Rico, país al que había emigrado en 1960 cuando ya el sistema comunista se insinuaba sobre nuestra patria.

Muchos son los aspectos que podrían tratarse acerca de la labor de Mañach en los campos de la política y la cultura, entre ellos las tantas polémicas en las que participó a lo largo de su vida. Sostuvo controversias con Rubén Martínez Villena, Raúl Roa y Gastón Baquero, entre otros. Pero siempre me ha resaltado la pugna que lo enfrentó en 1949, desde las páginas de la revista Bohemia, al poeta José Lezama Lima.

Mientras que Lezama y sus compañeros de la revista Orígenes sostenían que su República de las Letras debía de enclavarse al margen de la cosa pública, y en consecuencia se proyectaban como poetas y ensayistas químicamente puros, Mañach era partidario de continuar la gran tradición del intelectual americano: responder al menester público, no sustraerse a él; vivir en la Historia, no fuera de ella.

Esa faceta de intelectual comprometido con la sociedad dio lugar a otra característica que signaría su obra literaria y periodística: la transparencia. Es decir, que mientras otros escritores usaban la alegoría o la metáfora para reflejar la realidad, Mañach se acercaba a ella de un modo directo, aun sin abandonar la elegancia y profundidad de su prosa. Y un autor que escribiera de esa manera, y además estuviese firmemente identificado con la democracia liberal, por supuesto que no podía quedar indiferente ante el drama que afrontó Cuba a partir de 1959.

La cultura oficialista lo sumió en el olvido. Intentaron escamotearle sus méritos como conductor de la Revista de Avance al atribuirle los mayores lauros a Juan Marinello. De igual forma, algunos pretendieron escribir una antología del ensayo cubano sin mencionar su nombre. Pero el odio hacia Mañach aumentaría cuando se dieron cuenta de que no podían encasillarlo.

El castrismo emplea con frecuencia un método esquemático de clasificación: todo aquel que no se identifique con el marxismo-leninismo aplicado en la isla, es un vendido al imperialismo yanqui. Mañach siempre fue antimarxista y antileninista; sin embargo, en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia de Cuba, expresó que “no habíamos accedido a la nación durante la República debido a la insustanciación económica y social de la independencia por un lado, y por otro el plattismo que dejó como intervenida por voluntad ajena la aspiración de la conciencia cubana”. O sea, que Mañach constituye un ejemplo— por supuesto, hay millones más— de que se puede ser anticomunista y anticastrista, y a la vez ser un nacionalista defensor de nuestra soberanía.

La transparencia lo iba a acompañar hasta el final de su vida. Ya en el exilio manifestó, de un modo claro y preciso, lo que había significado el giro hacia el comunismo en Cuba: “El establecimiento de una república socialista en Cuba es una doble traición. Primero, a la vocación histórica de Cuba, asociada a la de todos los países americanos bajo el signo de la libertad. Después es una traición al mandato tácito que Fidel recibió cuando peleaba en la Sierra Maestra, y a los convenios explícitos que firmó con otros grupos de la oposición. A lo que no estaba autorizado el fidelismo era a cambiar radicalmente la estructura institucional y social de la nación cubana sin el previo y explícito consentimiento de nuestro pueblo”. (Bohemia Libre. New York, 18 de junio de 1961).

* Por Orlando Freire Santana, publicado el lunes, 10 de octubre de 2011








martes, 11 de octubre de 2011

Fotografía histórica


El Dr. Ramón Grau San Martín reunido con el periodista y representante José Pardo Llada.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Ante la muerte de Carlos Ripoll

Publicado en el Diario Las Américas el 4 de octubre de 2011


Por Eduardo Lolo*


Ha muerto Carlos Ripoll. De su propia mano, desesperanzada. José Martí pierde a un amigo sincero y Cuba a un hijo digno que nunca cesó de denunciar a cuanto tirano hizo de la Patria un pedestal. De ahí su condición de exiliado triple: de muy joven, cuando el machadato; luego, ante los desmanes del Batista golpista; por último, ante el asalto totalitario del castrismo. Y siempre con la denuncia oportuna y la actitud vertical, aunque no siempre fuera “políticamente correcto.”
A la intransigencia patria Ripoll sumó un talento intelectual extraordinario que, unido a una metodología de trabajo de profesionalismo impoluto, una constancia a prueba de desmanes y un desinterés material de otra época, dio como resultado la publicación de decenas de libros de estudios martianos y otros temas históricos cubanos que constituyen hoy en día obras de información y consulta obligatoria para los especialistas de temas cubanos.

Llegado a los EE.UU. en los sesenta sin otro patrimonio que su talento, Ripoll supo hacerse de un lugar destacado en el mundo universitario norteamericano como catedrático de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY) y profesor visitante en otros importantes centros de enseñanza superior tales la Florida International University. Dictó conferencias, impartió seminarios, presentó denuncias ante organismos internacionales y colaboró con cuantos llamaran a su puerta a nombre de Cuba, que era como tocar en su alma.

Como investigador, sus trabajos sobre José Martí cubren 4 décadas de profundos estudios. Su primer libro sobre el Apóstol data de 1971 y deja al partir un último volumen en la imprenta, en el cual venía trabajando desde hacía más de un año. Su labor de promoción de la obra literaria de Martí no fue menor a través de la edición de antologías y el rescate de escritos martianos que se creía perdidos o cuya existencia se desconocía en el siglo XX. Y la mayor parte de esas publicaciones con el sello de la Editorial Dos Ríos que él mismo fundara y costeara personalmente. De ahí que no dude en aseverar que a partir de las primeras obras martianas de Carlos Ripoll y la fundación de la Editorial Dos Ríos en Nueva York, nadie podría ya acometer ningún estudio serio sobre José Martí sin acudir a la colosal labor de análisis, reivindicación, divulgación, interpretación, ordenamiento e investigación de la obra y la vida del Apóstol debida a los esfuerzos y el talento combinados de Carlos Ripoll, un estudioso martiano a tiempo completo –y a alma completa.

Cuba fue su otro gran tema. Como dolor pasado en tanto que historia y como angustia presente derivado de aquél. Su mirar hacia atrás no era más que un hurgar en las entrañas de su pueblo para denunciar sus heridas sangrantes de tiempo. En efecto, paralelamente a sus estudios martianos y como una especie de complemento o desprendimiento de los mismos, pueden identificarse en la vasta obra de Ripoll profundísimos ensayos donde Cuba alcanza, como sujeto y objeto de examen y exploración, un sitial que en cualquier otro autor serviría para considerarlo un especialista del tema.

Pero el rango intelectual de Ripoll abarcó otros temas y disciplinas donde también produjo trabajos de incalculable labor: sus estudios sobre el ensayo latinoamericano, el teatro y obras del canon peninsular, siguen siendo utilizados en las mejores universidades de los EE.UU. Cultivó el periodismo literario (fue asiduo columnista del Diario las Américas y otros medios tanto generales como académicos) y fue director de una de las publicaciones cubanas del exilio de mayor solidez intelectual: la Revista Cubana, aparecida en Nueva York en 1968. También incursionó en la ficción.

Como exiliado triple, Ripoll se incorporó a cuanta causa justa encontró a su paso por el tiempo, lo cual consideraba un deber ineludible; habló y escribió siempre con la patria adolorida en medio de la frente, que era su forma de ser cubano. Y todo ello sin protagonismos vanidosos ni afán de recompensa. Vivió mucho, pero no tanto por los años acumulados (que fueron 90), como por haber vivido en el bien, con el bien y para el bien. Vidas así no pueden contabilizarse en años, sino en fulgores.

Por todo lo anterior es que Carlos Ripoll permanece entonces más allá de sí mismo. Una vez más cumplimos el deber, desgraciadamente casi cotidiano, de depositar los restos físicos de un exiliado cubano en una tumba incómoda, como es toda sepultura en suelo extranjero. Del exilio en vida pasamos al exilio en muerte. Pero hombres y mujeres como Carlos Ripoll tienen garantizado un regreso al mismo polvo del cual provinieron. Les avala el retorno físico su obra creada a estocadas de honor. Muchos de los libros de Ripoll han entrado clandestinamente a Cuba, donde son leídos con avidez por cubanos del insilio, ávidos de tiempos nuevos. Martí escribió para esos tiempos, que no han llegado. Carlos Ripoll, por extensión, hizo lo mismo. Me imagino que ya habrán de haberse conocido personalmente, extendidas sus manos francas. Porque es el caso que ambos tienen mucho que hacer por Cuba todavía.



*El Dr. Eduardo Lolo es autor de varios libros sobre José Martí. Fue también el editor de la antología crítica “Su mano franca. Acerca de Carlos Ripoll” (2010). http://eduardololo.com

domingo, 2 de octubre de 2011

El Rescate de Orestes Ferrara


El Museo Histórico del Sur de la Florida, conocido como History Miami, está presentando la exhibición Aviation in Miami: The First 100 Years (La Aviación en Miami: Los Primeros 100 Años). Entre los aspectos de la aviación en Miami existe una sección interesante sobre un incidente en el cual estuvo involucrado el Dr. Orestes Ferrara Marino, destacado escritor y politico cubano de origen italiano. La descripción en la exibición dice así:


“En agosto de 1933, el Secretario de Estado cubano Orestes Ferrara y su esposa María Luisa Sánchez huyeron de La Habana en el vuelo de la Pan American con rumbo a Miami. Ferrara había reservado boletos en el vuelo tras la caida del president Gerardo Machado, esperando irse sin incidente. Buscando vengarse en contra de los seguidores de Machado, una turba enfurecida los persiguió hasta el puerto. El piloto de la Pan American, Leo Terletsky, los montó en el avión y despegó bajo una lluvia de balas. Adeptos enojados del nuevo gobierno cubano esperaron el vuelo en Dinner Key, hacienda que la policía municipal de Miami escoltara a la pareja hacia un lugar seguro. Este fue el primer incidente político internacional que involucró a la aviación commercial en Miami.”


Dr. Orestes Ferrara Marino


Formulario 548 del Dr. Ferrara





Entre los documentos y artefactos relacionados con el Dr. Ferrara se encuentran un modelo del Sikorsky S-40 en el cual escaparon el Dr. Ferrara y su esposa, una foto del Dr. Ferrara, una foto del interior del avión y la copia del formulario 548 de inmigración del Dr. Ferrara.



Sikorsky S-40 en el cual escaparon el Dr. Ferrara y su esposa.


Interior del Sikorsky S-40.












La exhibición permanecerá abierta hasta el 22 de julio de 2012. El Museo está ubicado en el 101 West Flagler Street, en el Downtown de Miami. Está abierto de martes a viernes de 10 AM a 5 PM y de sábado a domingo de 12 PM a 5 PM. Para mas información, visite www.historymiami.org