miércoles, 7 de abril de 2010

Domingo de Aldama, fundador de la Casa de Aldama.

Contribución del
Dr. Raúl Chao


En 1856, cuando comenzó a construirse el ferrocarril entre La Habana y Matanzas —una distancia de 100 millas— su promotor, Eduardo Fesser ya era conocido por haber creado en Cuba, en 1843 la primera compañía pública dedicada a compra y almacenamiento de azúcar, los Almacenes de Regla.

Esta empresa, inicialmente capitalizada con la suma de 150,000 pesos, había crecido en diez años un 1000% y tenía instalaciones en el puerto de la Habana de un volumen tal que podía almacenar la mitad del azúcar producida en Cuba en 1856. Fesser, un capitalista de origen andaluz al que se atribuye ser el primer Barón del Azúcar Cubano, había crecido tanto su negocio que necesitó expandir sus almacenes hacia Santa Catalina, una pequeña península dentro de la bahía de la Habana al sur de sus almacenes originales en Regla. Para ello necesitó recurrir a financiamiento en New York o Paris.

Sus planes eran ambiciosos: un edificio rectangular de dos plantas, de 180 metros (600 pies) de largo por 120 metros (400 pies) de ancho con un techo de zinc corrugado a la altura de 15 metros (50 pies), dentro de la cual se moverían las cajas de azúcar (200,000 cajas de alrededor de un metro cúbico de volumen, cada una conteniendo 500 libras de azúcar) por medio de carros rodando en 28 líneas de ferrocarril a lo largo del almacén, en cuyas vigas se alojaban grúas colgantes que permitían almacenar las cajas de azúcar en múltiples niveles. Varios visitantes Europeos de la época no cesaban de comentar que nunca habían visto almacén alguno —en Norte América o Europa— de tanta capacidad con tantos sistemas avanzados de seguridad y trasiego de mercancías.

Como era costumbre en la economía cubana de la época, la empresa Almacenes de Regla, aparte de sus funciones comerciales, fungía también como empresa bancaria —el futuro Banco de Comercio— haciendo préstamos y comprando letras de cambio en un primitivo mercado de valores en la capital cubana. Eduardo Fesser unió los planes de expansión de sus almacenes a la construcción de un ferrocarril que uniera sus almacenes de Regla y Santa Catalina con los de la ciudad de Matanzas, centro entonces de la mayor producción azucarera de Cuba. El ferrocarril Habana-Matanzas correría paralelo a la costa partiendo de Regla hacia el este y aprovechando la necesidad de mover el azúcar producido en los alrededores de Aguacate, Ceiba Mocha, Jovellanos y Coliseo.

Simultáneamente, en 1857, los hermanos Joaquín y Luis Pedroso Echevarría, formulaban planes para crear el Ferrocarril del Oeste, empresa que añadía una dimensión vertical a sus múltiples inversiones en ingenios azucareros. Los planes de los Pedroso consistían en unir las ciudades de la Habana y Pinar del Rio por ferrocarril —187 kilómetros o 110 millas, hasta entonces el ferrocarril de más largo recorrido en Cuba— para transportar no solo azúcar sino tabaco de Vueltabajo, donde ya más de 3,000 vegas se encontraban en producción con un rendimiento de 50,000 cargas de la preciada hoja. Este ferrocarril supliría transportación alterna —vía Artemisa— a la ruta que hasta entonces movía el producto tabacalero hacia el sur de la provincia en carretones, para ser embarcado desde La Coloma hasta Batabanó, e ir entonces por tierra hasta la estación de Villanueva en la Habana vía San Felipe y Rincón.

La presencia de los Pedroso como posibles competidores en el trasiego de azúcar por ferrocarril desde los ingenios de las zonas agrícolas —Pinar del Rio, Sur de la Habana, Matanzas— hasta los grandes almacenes de la capital cubana, dio un alto sentido de urgencia a Eduardo Fesser y sus asociados. De inmediato se dieron a la tarea de flotar un empréstito por tres millones de pesos en el mercado londinense. Sus primeros contactos fueron con la Casa de Rothschild, al frente de la cual estaba el acaudalado Lionel Nathan de Rothschild (1808 –1879); en 1850, Lionel había sido el primer judío electo a la Cámara de los Comunes, pero tras reusar a juramentar ante una Biblia Cristiana y negarse a decir la frase “según la fe de un cristiano,” fue dado de baja de la misma.

Lionel era famoso por haber estado en Bruselas durante la batalla de Waterloo, cuando Napoleón fue derrotado por Wellington. Inicialmente la noticia llegó a Londres como un triunfo de Napoleón y la bolsa londinense se cayó precipitadamente. Gracias a un sistema de rápidas comunicaciones (palomas mensajeras) que Lionel había establecido con su hermano el Barón James de Rothschild en Londres, la Casa de Rothschild compró miles de acciones a precios irrisoriamente bajos y en 48 horas ganó más de 700,000 libras esterlinas en la operación; lo cual les consolidó como los más astutos financieros de Europa.

Un agente de los Fesser, James Robb, fue el encargado de entrevistarse con Lionel Nathan de Rothschild para ofrecerle tres millones de bonos a precio nominal, con un 5.5% de interés anual. Dado el estado de la economía mundial, los Rothschild eran los únicos capaces de conceder tal préstamo y salvar la empresa del grupo encabezado por Eduardo Fesser. El sagaz Lionel de Rothschild le respondió que necesitaba 48 horas para pensarlo, con lo cual dio por terminada la entrevista. 48 horas más tarde James Robb volvió al despacho de Lionel de Rothschild. Sin levantar la cabeza del periódico que leía, Lionel de Rothschild se dirigió a Robb diciéndole:
«He considerado seriamente su petición de $3,000,000. Entiendo que Don Domingo de Aldama está en estos momentos en Londres. ¿Le conoce Usted?»
Robb respondió: «Todo el mundo le conoce en Cuba.»

De nuevo, sin levantar la cabeza de su lectura, Lionel de Rothschild añadió: «Si Domingo de Aldama cree que ésta es una buena inversión, le haremos el préstamo por $3,000,000 a diez años de plazo.»

Al salir de la oficina de los Rothschild James Robb se dirigió al Hotel Claridges, donde estaba alojado Domingo de Aldama. Con el conserje le dejó una nota a Aldama diciendo:

«Tengo que hablar con usted sobre un asunto de suma importancia para mi grupo y para la Isla de Cuba.»

Domingo le respondió casi de inmediato citándole para las 8:00 pm ese mismo día.
A las 8:00 pm el mayordomo de la suite de Aldama recibió a Robb. Domingo oyó con calma la historia que le relató Robb y en perfecto inglés le respondió:
«Mañana al mediodía le daré mi respuesta. Necesito consultarlo con la almohada.»
Al día siguiente, al filo de las 12:00 meridiano, Domingo recibió de nuevo a James Robb.

«Estoy dispuesto a comprar los $3,000,000 de sus bonos. Déjeselos a mi secretario cuando quiera. Él le dará dos cheques pagaderos en nuestras cuentas en París y Frankfort.»

Ni James Robb ni Eduardo Fesser supieron nunca que Lionel Nathan de Rothschild, amigo de Domingo de Aldama, se había comunicado la noche anterior con él para decirle que el préstamo le parecía bien respaldado pero que, tratándose de una transacción en Cuba, reconocía que Domingo debía tener prioridad en llevarla a cabo.
El préstamo de $3,000,000 lo hizo Domingo de Aldama por medio de una compañía que creó en esa ocasión: la Sociedad General del Crédito Territorial Cubano. Unos cuantos años después Domingo de Aldama compraba Almacenes de Regla. Interesantemente el Secretario de la Sociedad General del Crédito Territorial Cubano fue no otro que Rafael de Mendive, futuro mentor y maestro de nuestro José Martí.

El documento adjunto es uno de los pocos ejemplos de la firma de Domingo de Aldama, del cual a propósito no se conserva ningún retrato. El dibujo de los Almacenes de Regla es copia de un gouache hecho por el pintor cubano Eduardo Laplante y Barcou (1818-1860) en 1857. Laplante, bajo los auspicios del millonario cubano Justo Germán Cantero y la artesanía de Louis Marquier publicó en la Habana en ese año Los Ingenios de la Isla de Cuba, considerado el libro más caro y lujoso producido en la Cuba colonial del siglo XIX. Justo Germán Cantero y Anderson, médico y rico hacendado de humilde origen, se casó en 1842 con Doña María del Monserrate Fernández de Lara y Borrell, viuda de Pedro José Iznaga y Pérez Vargas Sotomayor, heredero de la torre y palacio desde entonces llamado Cantero/Iznaga de Trinidad.

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