jueves, 22 de abril de 2010

¡Histórica presentación de las “Crónicas Ejemplares” del Dr. Víctor Vega Ceballos!

Esta noche, en la Casa Bacardí de la Universidad de Miami, se llevó a cabo la presentación del libro Crónicas Ejemplares, una colección de artículos escritos por el Dr. Víctor Vega Ceballos y editados por María Vega de Febles, su hija, y Eduardo A. Febles Vega, su nieto. El Dr. Vega Ceballos ocupó los cargos de Ministro de Justicia (1940-1941), Ministro de Gobernación (1941-1942) y Representante a la Cámara (1942-1950). A continuación, fotos del acto.


lunes, 19 de abril de 2010

Nota de duelo: Adela Pace Vda. de Hernández Tellaheche

Ayer domingo, 18 de abril falleció la Sra. Adela Pace, viuda de Arturo Hernández Tellaheche, Senador por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). Nació en Camagüey en 1908 y la semana que viene hubiese cumplido 102 años de edad. Hacemos llegar nuestro mas sentido pésame a sus hijas, nietos, bisnietos y demas familiares y amigos. Que en paz descanse.

miércoles, 7 de abril de 2010

Domingo de Aldama, fundador de la Casa de Aldama.

Contribución del
Dr. Raúl Chao


En 1856, cuando comenzó a construirse el ferrocarril entre La Habana y Matanzas —una distancia de 100 millas— su promotor, Eduardo Fesser ya era conocido por haber creado en Cuba, en 1843 la primera compañía pública dedicada a compra y almacenamiento de azúcar, los Almacenes de Regla.

Esta empresa, inicialmente capitalizada con la suma de 150,000 pesos, había crecido en diez años un 1000% y tenía instalaciones en el puerto de la Habana de un volumen tal que podía almacenar la mitad del azúcar producida en Cuba en 1856. Fesser, un capitalista de origen andaluz al que se atribuye ser el primer Barón del Azúcar Cubano, había crecido tanto su negocio que necesitó expandir sus almacenes hacia Santa Catalina, una pequeña península dentro de la bahía de la Habana al sur de sus almacenes originales en Regla. Para ello necesitó recurrir a financiamiento en New York o Paris.

Sus planes eran ambiciosos: un edificio rectangular de dos plantas, de 180 metros (600 pies) de largo por 120 metros (400 pies) de ancho con un techo de zinc corrugado a la altura de 15 metros (50 pies), dentro de la cual se moverían las cajas de azúcar (200,000 cajas de alrededor de un metro cúbico de volumen, cada una conteniendo 500 libras de azúcar) por medio de carros rodando en 28 líneas de ferrocarril a lo largo del almacén, en cuyas vigas se alojaban grúas colgantes que permitían almacenar las cajas de azúcar en múltiples niveles. Varios visitantes Europeos de la época no cesaban de comentar que nunca habían visto almacén alguno —en Norte América o Europa— de tanta capacidad con tantos sistemas avanzados de seguridad y trasiego de mercancías.

Como era costumbre en la economía cubana de la época, la empresa Almacenes de Regla, aparte de sus funciones comerciales, fungía también como empresa bancaria —el futuro Banco de Comercio— haciendo préstamos y comprando letras de cambio en un primitivo mercado de valores en la capital cubana. Eduardo Fesser unió los planes de expansión de sus almacenes a la construcción de un ferrocarril que uniera sus almacenes de Regla y Santa Catalina con los de la ciudad de Matanzas, centro entonces de la mayor producción azucarera de Cuba. El ferrocarril Habana-Matanzas correría paralelo a la costa partiendo de Regla hacia el este y aprovechando la necesidad de mover el azúcar producido en los alrededores de Aguacate, Ceiba Mocha, Jovellanos y Coliseo.

Simultáneamente, en 1857, los hermanos Joaquín y Luis Pedroso Echevarría, formulaban planes para crear el Ferrocarril del Oeste, empresa que añadía una dimensión vertical a sus múltiples inversiones en ingenios azucareros. Los planes de los Pedroso consistían en unir las ciudades de la Habana y Pinar del Rio por ferrocarril —187 kilómetros o 110 millas, hasta entonces el ferrocarril de más largo recorrido en Cuba— para transportar no solo azúcar sino tabaco de Vueltabajo, donde ya más de 3,000 vegas se encontraban en producción con un rendimiento de 50,000 cargas de la preciada hoja. Este ferrocarril supliría transportación alterna —vía Artemisa— a la ruta que hasta entonces movía el producto tabacalero hacia el sur de la provincia en carretones, para ser embarcado desde La Coloma hasta Batabanó, e ir entonces por tierra hasta la estación de Villanueva en la Habana vía San Felipe y Rincón.

La presencia de los Pedroso como posibles competidores en el trasiego de azúcar por ferrocarril desde los ingenios de las zonas agrícolas —Pinar del Rio, Sur de la Habana, Matanzas— hasta los grandes almacenes de la capital cubana, dio un alto sentido de urgencia a Eduardo Fesser y sus asociados. De inmediato se dieron a la tarea de flotar un empréstito por tres millones de pesos en el mercado londinense. Sus primeros contactos fueron con la Casa de Rothschild, al frente de la cual estaba el acaudalado Lionel Nathan de Rothschild (1808 –1879); en 1850, Lionel había sido el primer judío electo a la Cámara de los Comunes, pero tras reusar a juramentar ante una Biblia Cristiana y negarse a decir la frase “según la fe de un cristiano,” fue dado de baja de la misma.

Lionel era famoso por haber estado en Bruselas durante la batalla de Waterloo, cuando Napoleón fue derrotado por Wellington. Inicialmente la noticia llegó a Londres como un triunfo de Napoleón y la bolsa londinense se cayó precipitadamente. Gracias a un sistema de rápidas comunicaciones (palomas mensajeras) que Lionel había establecido con su hermano el Barón James de Rothschild en Londres, la Casa de Rothschild compró miles de acciones a precios irrisoriamente bajos y en 48 horas ganó más de 700,000 libras esterlinas en la operación; lo cual les consolidó como los más astutos financieros de Europa.

Un agente de los Fesser, James Robb, fue el encargado de entrevistarse con Lionel Nathan de Rothschild para ofrecerle tres millones de bonos a precio nominal, con un 5.5% de interés anual. Dado el estado de la economía mundial, los Rothschild eran los únicos capaces de conceder tal préstamo y salvar la empresa del grupo encabezado por Eduardo Fesser. El sagaz Lionel de Rothschild le respondió que necesitaba 48 horas para pensarlo, con lo cual dio por terminada la entrevista. 48 horas más tarde James Robb volvió al despacho de Lionel de Rothschild. Sin levantar la cabeza del periódico que leía, Lionel de Rothschild se dirigió a Robb diciéndole:
«He considerado seriamente su petición de $3,000,000. Entiendo que Don Domingo de Aldama está en estos momentos en Londres. ¿Le conoce Usted?»
Robb respondió: «Todo el mundo le conoce en Cuba.»

De nuevo, sin levantar la cabeza de su lectura, Lionel de Rothschild añadió: «Si Domingo de Aldama cree que ésta es una buena inversión, le haremos el préstamo por $3,000,000 a diez años de plazo.»

Al salir de la oficina de los Rothschild James Robb se dirigió al Hotel Claridges, donde estaba alojado Domingo de Aldama. Con el conserje le dejó una nota a Aldama diciendo:

«Tengo que hablar con usted sobre un asunto de suma importancia para mi grupo y para la Isla de Cuba.»

Domingo le respondió casi de inmediato citándole para las 8:00 pm ese mismo día.
A las 8:00 pm el mayordomo de la suite de Aldama recibió a Robb. Domingo oyó con calma la historia que le relató Robb y en perfecto inglés le respondió:
«Mañana al mediodía le daré mi respuesta. Necesito consultarlo con la almohada.»
Al día siguiente, al filo de las 12:00 meridiano, Domingo recibió de nuevo a James Robb.

«Estoy dispuesto a comprar los $3,000,000 de sus bonos. Déjeselos a mi secretario cuando quiera. Él le dará dos cheques pagaderos en nuestras cuentas en París y Frankfort.»

Ni James Robb ni Eduardo Fesser supieron nunca que Lionel Nathan de Rothschild, amigo de Domingo de Aldama, se había comunicado la noche anterior con él para decirle que el préstamo le parecía bien respaldado pero que, tratándose de una transacción en Cuba, reconocía que Domingo debía tener prioridad en llevarla a cabo.
El préstamo de $3,000,000 lo hizo Domingo de Aldama por medio de una compañía que creó en esa ocasión: la Sociedad General del Crédito Territorial Cubano. Unos cuantos años después Domingo de Aldama compraba Almacenes de Regla. Interesantemente el Secretario de la Sociedad General del Crédito Territorial Cubano fue no otro que Rafael de Mendive, futuro mentor y maestro de nuestro José Martí.

El documento adjunto es uno de los pocos ejemplos de la firma de Domingo de Aldama, del cual a propósito no se conserva ningún retrato. El dibujo de los Almacenes de Regla es copia de un gouache hecho por el pintor cubano Eduardo Laplante y Barcou (1818-1860) en 1857. Laplante, bajo los auspicios del millonario cubano Justo Germán Cantero y la artesanía de Louis Marquier publicó en la Habana en ese año Los Ingenios de la Isla de Cuba, considerado el libro más caro y lujoso producido en la Cuba colonial del siglo XIX. Justo Germán Cantero y Anderson, médico y rico hacendado de humilde origen, se casó en 1842 con Doña María del Monserrate Fernández de Lara y Borrell, viuda de Pedro José Iznaga y Pérez Vargas Sotomayor, heredero de la torre y palacio desde entonces llamado Cantero/Iznaga de Trinidad.

sábado, 3 de abril de 2010

Los zapatos de Don Tomás

Por: Miguel Saludes

LA HABANA, abril 2004(www.cubanet.org) - Hace relativamente poco tiempo el monumento dedicado a José Miguel Gómez estaba en un lastimoso estado de conservación. La estatua de quien fuera segundo presidente de la República de Cuba y general de las tres guerras de independencia, había sido retirada y enviada a dormir un largo sueño de telarañas y polvo. Mientras tanto, las columnas y paredes del complejo arquitectónico eran presa de la imaginación de muchachones trasnochados que a punta de grafitos dejaban inscritos sus nombres, ideales y frases llenas de algún sentido para ellos.

Un día ocurrió algo inusitado. Los letreros negros y de otros colores habían desaparecido. El bloque había sido sometido a un tratamiento de recuperación y conservación y sobre su pedestal, "Tiburón" contemplaba de nuevo con mirada de bronce el panorama unidireccional que desde la altura le permite alcanzar su rígida posición. Buscó al compañero que había corrido similar destino al final de la avenida, muy cerca del mar, pero además de la espalda ecuestre de Calixto García, su vista tropezó con dos nuevas figuras. Una le era desconocida y la otra parecía ser la de Bolívar. Alzó lo más que pudo su metálico cuerpo, pero donde debía estar Don Tomás sólo estaban sus zapatos, incorruptibles (éstos son de bronce) como su dueño. Al parecer, el ilustre bayamés seguía postergado al olvido en algún oscuro almacén de La Habana.

Cuando se cumplió el centenario de la República en el 2002, algunas revistas publicaron artículos referidos a ese magno acontecimiento. Llevaron la vanguardia en ello las publicaciones de la Iglesia Católica. Con justicia y razón, la personalidad de Tomás Estrada Palma ha sido tenida en cuenta, y esta vez no para seguir acumulando imágenes denigrantes y negativas sobre el ilustre patricio.

Siempre recuerdo que cuando se hablaba del primer presidente en nuestras clases de historia de Cuba, en el contenido correspondiente a la llamada seudo República lo que más se destacaba de su quehacer histórico era el entreguismo hacia los norteamericanos, las acusaciones de anexionista y su imposición en la magistratura de la nación por conveniencia del gobierno norteamericano, de quien este hombre -era según el decir de los profesores- una marioneta.

Para aclararme que todo aquello no era del todo cierto tuve la cercanía de mi madre y de otras personas que conocieron mejor aquella etapa. Pero siempre queda un resto para las dudas.

Fernando Figueredo, coronel de nuestras guerras de independencia, nos ofrece en su obra "La Revolución de Yara" otras tonalidades de la semblanza de Don Tomás, que se han ocultado durante años o han sido opacadas por brochazos negros. En la Sexta Conferencia recogida en el libro, el autor refiere aspectos biográficos del patriota oriental que resultan interesantes.

Dice Figueredo que el acaudalado bayamés trataba de comprar cuanto esclavo le era propuesto con el fin de educarle y posibilitarle la unión matrimonial con un esclavo del sexo opuesto, para luego darle trabajo y habitación, conviviendo como en familia. La capacidad adquirida por el estudio de leyes, le permitió desempeñar altos cargos en el cuerpo legislativo de la recién constituida República en Armas. Secretario de Donato Mármol, es enviado a la Convención de Guáimaro en representación de la región oriental, figurando desde entonces en la Cámara de Representantes de la misma y asumiendo la presidencia desde 1876 al 1877.

Sobre esta elección temprana para regir el alto cargo expresa Figueredo: "No obstante la bondad de su carácter y lo apacible de su genio, es un hombre de energía y de pensamientos atrevidos y elevados. Se estimaba como el hombre capaz de aunar todos los pensamientos, como el único que podría hacer que desaparecieran las hondas divisiones que empezaban a echar fuertes raíces en el campo de la lucha". Una anécdota recogida por el oficial mambí y que expresa el elevado costo de su entrega desinteresada a la causa cubana, es la relacionada con la captura por fuerzas españolas de su anciana madre de ochenta años, Candelaria Palma, a quien él llamaba cariñosamente Yaya. Esta heroica mujer acompañó a su hijo a la manigua a pesar de su edad, no teniendo apego a las comodidades que dejó atrás. Apresada, se negó a acompañar a los soldados, por lo que el oficial ordenó a un criollo que la metieran en el bosque y la mataran. Aquél prefirió dejarla abandonada solamente. Tras seis días de vagar por la manigua, Yaya decidió sentarse a esperar la muerte en una roca. Allí la encontró un conocido que se la devolvió al desesperado hijo. El encuentro fue breve, pues según narra el autor, la anciana no pudo soportar tanto esfuerzo y murió en los brazos de Tomás.

Jamás en la escuela se nos leyó tan bella página de entrega amorosa a la Patria.

En un artículo aparecido en la revista Espacios, Andrés Rodríguez nos brinda otras vertientes de la verdad histórica y no la monocorde tantas veces repetida. Con ellas se podrán precisar algunos aspectos que nunca fueron recogidos en los manuales escolares. El trabajo titulado "Ya es hora" pide una vez más la valoración mesurada y a fondo de quien fuera nuestro primer presidente. A continuación describe las tres grandes acusaciones que le han cargado a Estrada Palma sus detractores, y reflexiona sobre el contenido de las mismas.

Resumiendo los argumentos del articulista, ni Don Tomás fue impuesto por los yanquis, ya que el propio Máximo Gómez le trajo de los Estados Unidos para proponerle la presidencia, ni fue un dócil instrumento del poderoso vecino. Simplemente se trata de un hombre que tuvo que llevar las riendas de una nación destruida por treinta años de guerra cruenta y surgida bajo los auspicios de repartos imperiales. A pesar de nacer con limitación en sus libertades, Cuba se recuperó rápidamente de sus graves heridas y en poco menos de sesenta años, tiempo ínfimo en la historia de un país, desarrolló potencialidades que muchas otras naciones no habían conseguido en mayor tiempo y mejores condiciones de vida independiente.

Recorro la avenida G, todavía conocida como "Avenida de los Presidentes". El monumento a Estrada Palma sigue exhibiendo un descuido indigno. Hasta la tarja que lleva su nombre ha desaparecido del lugar. Es como si sobre su memoria se hubiera extendido un decreto de rencoroso castigo por haber asumido la primera presidencia de Cuba y por ese hecho se le carguen a su responsabilidad todos los pecados cometidos por los hombres que han dirigido los destinos de la Isla soberana.

Por el momento, sobre el pedestal permanecen los zapatos del patriota. Por ello, la gente que conoce la historia le llama el monumento a los zapatos. Los indiferentes, que son cada vez un número mayor, ni saben qué es lo que hay sobre el túmulo de mármol.

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Tomás Douglas Estrada Palma (nieto del presidente)
delante de la estatua de su abuelo en la Avenida de
los Presidentes en el Vedado, La Habana en marzo
de 1956. (Foto de la colección de la Universidad de
Miami).